Capítulo 33

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Una hora había pasado desde que Blobby lo había traído a un lugar seguro, o al menos así había entendido. Lo único que podía escuchar de aquella cosa viscosa eran balbuseos. Balbuseos incomprensibles para quién fuera novato. Suspiró y miró el paisaje calmado hasta que sintió como algo grande, de pisadas pesadas se sentó a un lado suyo, de aquel risco.

—Bonita noche, ¿No?

Sam voltea a mirar a su acompañante. Encontrandose con las características dignas de cada película clásica de monstruos, tornillos en el cuello, piel de muerto descompuesto, ojeras pronunciadas y dientes casi descompuestos, parecía un muñeco de Frankenstein mal hecho.

—Si, aunque se está mejor aquí fuera que dentro... —contesta desanimado.

—Te noto mal. Cuenta conmigo si necesitas charlar de cualquier cosa. Siempre me dio curiosidad saber lo que pasaba por la mente de un humano —comentó Frankestein.

—He comido el queso grito... Creo que soy intolerante a esa cosa, mi estomago sigue burbujeando como si fuera leche cortada —comenta Sam mientras sigue sintiendo temblores que le causaban acidez estomacal.

—Uhm, el queso grito se disuelve fácil en el estómago de todos... A de ser que el queso siga gritando en tu cuerpo, aunque... Eso le pasó una vez a Wayne —comentó pensativo y extrañado.

—¿También le cayó mal al lobo?—preguntó curioso Sam.

—Claro que me cayó mal. Soy un hombre lobo, tengo que comer carne o me muero de hambre. —expresó Wayne saliendo de entre el bosque para también sentarse a lado de ellos, aunque del lado derecho libre de Sam.

—En el menú no decía nada de carne.

—¡Es obvio! Debes pedirlo como todo hombre lobo. O en el peor de los casos como un lobo hambriento. Ese es el código fundamente en este hotel, ¿Qué acaso no se preguntaste todo esto a Mavis?—pregunta Wayne incrédulo.

Sam siente vergüenza y suspira: —No.

—¿Entonces que mierda hablan ustedes dos? Debías aunque investigar de todas las normativas que tiene el hotel de tu suegro. Eres un humano tonto —comenta Wayne negando con molestia.

—Lo siento. Solo me guié por el nerviosismo de conocer al padre de mi impronta. Sentía pánico de no saber estar entre monstruos, pero no son tan malos como la gente los pinta —comenta Sam.

—Cosas inutiles. Excusas inutiles. Somos monstruos, asustamos a los humanos para que dejen de molestar, ellos nos atacan al no respetar nuestro hábitat, si nos temen mejor. No molestan. ¿Es que acaso tú soportas el sonido de los mosquitos o moscas volando cerca del oído? ¡Así es como sentimos a los humanos!—exclama quejandose de los humanos.

—Creo que logro comprender.

—En fin, ¿Que tal te fue en la charla con tu suegro?—pregunta Wayne.

—Pues, actuó como todo padre sobreprotector, Mavis me dijo que podría acabar en los calabozos. No se equivocó, trató de hacer que cambie mi opinión de estar con ella, pero no puedo ni querré hacer eso, a menos de que ella me lo pida. —expresa cansado con la situación— Sabía que ser como soy, sería uno de los primeros tropiezos, soy su enemigo. Soy parte de la sociedad humana, ustedes son monstruos... Si no fuera por mi capacidad de tomar forma, ni siquiera podría haber llegado a estar hoy aquí.

—Eso es claro. Todos los humanos se pierden en el bosque de las brujas. Este lugar no es para humanos, es para monstruos. —comenta Frankenstein— Aunque yo creo que si tu destino era encontrarte con Mavis, no habría mucho cambio. Seas o no humano, Drac no te aceptaría de buenas a primeras.

Una Impronta diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora