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Un pequeño Dan estaba corriendo desesperadamente por una casa.El cuarto era pequeño y acogedor, lleno de recuerdos y objetos que le eran familiares. Afuera, la nieve caía suavemente, cubriendo el mundo en un manto blanco y silencioso.

— ¡Abuela! ¡Abuela! — gritaba Dan, buscando a su abuela en cada rincón de la casa. Su corazón latía con fuerza, impulsado por la urgencia de encontrarla.

Finalmente, la puerta se abrió y su abuela apareció, envuelta en un abrigo grueso, con las mejillas rosadas por el frío. En sus manos llevaba un pan de crema, su regalo especial para Dan en los días más fríos.

— Abuela... — dijo Dan, su voz quebrada por el llanto.

El pequeño corrió hacia ella y se arrojó en sus brazos, buscando consuelo en su cálido abrazo. La abuela se agachó y lo abrazó con fuerza, dejándolo llorar en su hombro.

— ¿Por qué querías saltar del puente, mi pequeño? — le preguntó suavemente la anciana, acariciándole el cabello.

Dan sollozó.

— Me siento tan solo, abuela. No puedo más con todo esto. No quiero estar sin ti... — dijo Dan entre sollozos, y con mil y un lágrimas deslizándose por sus mejillas.

La abuela lo escuchó pacientemente, con una tristeza profunda en sus ojos.

—Todavía tienes tiempo para vivir, mi Danny... Hay muchas cosas que aún no has hecho, muchas personas que aún no has conocido — dijo la abuela — Aún no es tu tiempo, mi niño.

Dan lloraba con más fuerza, sintiendo el dolor y la soledad abrumadores.

— Yo solo quiero estar contigo. No quiero sentirme así. — dijo Dan — Yo... no puedo soportar la idea de tener que seguir con mi vida sin ti... ¿Cuánto tiempo pasará para que nos volvamos a ver?

La abuela suspiró y lo miró con ternura. — No lo sé, Dan... Pero quiero que me prometas algo... Prométeme que no intentarás aquello de nuevo, que vas a tomar un nuevo rumbo con tu vida, y que harás las cosas bien... Prométemelo, mi niño.

Dan asintió entre lágrimas, apretándose más contra su abuela. — Te lo prometo, abuela. Te lo prometo...

Ella sonrió y le dio un beso en la frente.

— Ahora ven, traje pan con crema, vamos a comer una rebanada, querido — le dijo el mayor a la versión menor de su nieto.

El Dan adulto, al abrir los ojos, la realidad volvió a golpearlo, y no pudo evitar que las lágrimas comenzaran a rodar por sus mejillas.

Se quedó en la cama por unos minutos, permitiéndose llorar en silencio, permitiendo que el dolor y la tristeza salieran de su sistema. Es una lucha salir de allí.

Finalmente, se levantó y se dirigió al baño para darse una ducha, hacia mucho que no se bañaba de manera apropiada, y lo necesitaba, se sentia muy desaliñado. El agua caliente sobre su piel le ofrecía un consuelo temporal, ayudándolo a despejar su mente y relajar sus músculos tensos.

Después de ducharse, se secó y caminó hacia la pequeña pila de ropa que tenía. No era mucho, pero era suficiente para arreglárselas.

Mientras buscaba qué ponerse, notó una camisa blanca y un pantalón de mezclilla claro que no recordaba haber tenido.

— Estos no son míos... ¿Una nota?

Al examinar la ropa más de cerca, encontró una nota doblada entre las prendas.

Desdobló la nota y empezó a leer.

Querido Dan,

Sé que no tienes mucha ropa, así que traje esto para ti en la madrugada. Espero que te sirva. Recuerda que no estás solo.

Con cariño, Kang Lisa

Dan sonrió conmovido por el gesto. La amabilidad de la señora Kang le recordaba que, a pesar de todo, todavía había personas que se preocupaban por él. Sintió un calor en el pecho, una mezcla de gratitud y esperanza, y decidió vestirse con las prendas que ella le había dejado.

Se puso la ropa lentamente, sintiendo que cada prenda era un abrazo de apoyo. Al mirarse en el espejo, se sintió un poco más humano, un poco más conectado con el mundo. La camisa y el pantalón le quedaban bien, y aunque eran simples, representaban mucho más que eso: eran un símbolo de cuidado y bondad en un momento en que más lo necesitaba.

Después de vestirse, el castaño salió de la pequeña casa, sintiendo la brisa fresca de la mañana en su rostro. Caminó lentamente hacia la playa, con las manos en los bolsillos, tratando de encontrar algo de paz en el sonido de las olas rompiendo contra la orilla.

A medida que avanzaba, notó la vida vibrante a su alrededor. Familias enteras disfrutaban de un día juntos, niños corriendo y riendo mientras construían castillos de arena. Grupos de amigos jugaban voleibol y charlaban alegremente, risas resonando en el aire. Parejas caminaban de la mano, compartiendo momentos íntimos y miradas llenas de cariño.

Dan se sentía como un espectador en una película en la que no tenía papel, ni siquiera el de un extra. A pesar del bullicio y la alegría que lo rodeaban, él estaba solo, sin rumbo entre la felicidad de otros.

Se detuvo cerca del borde del agua, observando cómo las olas se retiraban y avanzaban, llevándose sus pensamientos con ellas.

El contraste era desgarrador: a su alrededor, la vida seguía su curso, llena de amor y compañía, mientras él se encontraba atrapado en su propia tristeza.

Miró hacia el horizonte, sintiendo el peso de la promesa hecha a su abuela. Aun así, no podía evitar que la soledad se filtrara en su corazón, como un veneno lento y persistente que gradualmente te va matando. Cada risa, cada abrazo que veía en los demás, le recordaba lo que había perdido y lo que anhelaba recuperar.

Dan se sentó en la arena, sus ojos cambiando siempre de punto, viendo a las familias y amigos que disfrutaban de su compañía. Sus pensamientos volvieron al sueño con su abuela, a sus palabras llenas de amor y esperanza.

Cerró los ojos por un momento, tratando de encontrar consuelo en ese recuerdo, pero la soledad seguía siendo abrumadora.

Con un suspiro profundo, siguió caminando, intentando encontrar algún sentido a su promesa, alguna forma de llenar el vacío que sentía. Aunque estaba rodeado de personas, nunca se había sentido más solo.

— Lo haré abuela, te prometo hacer las cosas bien.

[FANFIC/AU] Prometo Hacer Las Cosas Bien: ACTO I (Jinx)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora