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Jaekyung se encuentra solo en su lujoso penthouse en Corea, un espacio que antes se sentía vivo y lleno de actividad. El penthouse, antes un refugio de confort y compañía, se siente ahora como una prisión de lujo. Jaekyung, conocido por su egocentrismo y feroz independencia, se ve obligado a enfrentar su vulnerabilidad. Su brazo en cabestrillo limita sus movimientos, recordándole constantemente su incapacidad temporal y golpeando su orgullo.

Para él, el éxito en el ring era lo más importante, y cualquier distracción era algo que evitaba a toda costa. Pero desde que Dan había dejado su casa y renunciado al gimnasio, Jaekyung en momentos efímeros reconocía lo que realmente significaba tener a alguien como Dan en su vida, aunque su orgullo completamente fragmentado le impidiera admitirlo.

Jaekyung lucha con tareas básicas. Sin la ayuda de Dan, se siente impotente al intentar vestirse, cocinar o incluso mantener su espacio limpio. La fisura en su independencia es un duro golpe para alguien que siempre ha confiado en sí mismo.

La diferencia de su rutina antes y ahora era increíble.

Jaekyung solía despertar antes del amanecer, salía a trotar durante una hora, sintiendo la brisa matutina en su rostro, despejando su mente para el día que tenía por delante regresaba a un desayuno preparado por Dan. Algunos días se dirigía a la agencia de modelaje, cumpliendo con sus compromisos profesionales con dedicación. 

Un entrenamiento intensivo de crossfit seguía, fácil ese entrenamiento podía hacer vomitar a cualquiera que lo intentase, manteniéndolo en la mejor forma posible. Pasaba horas entrenando para sus combates, perfeccionando cada movimiento. Dan le daba sesiones de fisioterapia, asegurándose de que sus músculos se recuperaran y se mantuvieran fuertes.

Volvía a casa, donde Dan le hacía una cena. A menudo, estas cenas terminaban con momentos de sexo que lo hacían sentir pleno y relajado. Y lo último que era intentar dormir, luchaba contra el insomnio, veces en las que no podía dormir iba a la habitación de Dan y solo se quedaba hablando con él o volvían a tener sexo, la preocupación genuina del ojimiel a él le proporcionaba cierta calma, aunque nunca lo admitía.

Ahora, después de que Dan se fue, aún se despertaba a la misma hora, pero ahora el silencio de la casa le pesa.Salía a trotar con una menor frecuencia, a menudo frustrado por su limitación física. Intentaba preparar su propio desayuno, pero la torpeza causada por el cabestrillo convierte la tarea en un ejercicio de paciencia, y digamos que eso es lo que menos tiene. Las visitas a la agencia son menos frecuentes.

Su lesión limita sus trabajos.

El entrenamiento se ha reducido drásticamente. Los ejercicios intensivos que una vez realizaba con facilidad ahora son imposibles. Sin poder entrenar adecuadamente, Jaekyung se sentía inquieto y frustrado. El dolor fantasma de la cirugía le recoraba constantemente su fragilidad. Los nuevos fisioterapeutas no logran replicar la conexión y la eficiencia que tenía con Dan. Las noches son solitarias. La intimidad que tenía con Dan ahora es un recuerdo lejano, había vuelto a tener encuentros casuales con chicos que conocía en bares, y con los que tenía sexo, ninguno llenaba ese vacío. 

El insomnio es peor que nunca. Ningún medicamento ayuda, y la falta de la presencia tranquilizadora de Dan agrava su desesperación. Kim le cocinaba, tenía el mejor sazón del mundo, se aseguraba de que mantuviera una dieta equilibrada para sus entrenamientos. Las cenas ahora consistían en comida para llevar o platillos torpemente preparados por él que nunca tenían el mismo sabor ni el mismo cuidado que las comidas de Dan. 

Dan también le hacía compañía. Parcialmente disfrutaba hablar con Dan cuando quería tener una conversación amena con alguien sobre temas que no fueran respecto a combates. Las noches solían terminar con ambos sentados en el sofá, a veces en silencio, otras veces terminaban acostados en la cama, desnudos y cansados.

Su entrenador y los demás miembros del equipo estaban más distantes; estaba más irritable, más cerrado en sí mismo.

El penthouse, antes un refugio de tranquilidad y orden, ahora se sentía como una prisión de su propio éxito. Cada rincón del lugar le recordaba a Dan. El silencio era abrumador.

La soledad se convirtió en su nueva compañera, y aunque intentaba ahogar esa sensación con más entrenamientos y trabajo, el vacío persistía. El penthouse ya no era un hogar, sino un recordatorio constante de lo que había perdido.

[FANFIC/AU] Prometo Hacer Las Cosas Bien: ACTO I (Jinx)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora