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Dan caminaba por la orilla, descalzo y mirando como el cielo se pintaba de tonos dorados y naranjas, marcando la llegada de la hora dorada, el sol no tardaba en besar el océano. Las suaves olas del mar acariciaban sus pies descalzos, y la brisa marina jugaba con su cabello castaño, llevándose consigo parte de la carga que llevaba en su corazón.

A pesar de la alegría que lo rodeaba, no podía evitar la punzada de nostalgia que lo acompañaba. No era mentira para nadie que aún extrañaba a su abuela, esa figura tan importante en su vida, cuya ausencia seguía dejando un vacío profundo.

Dan miró hacia el horizonte, donde el sol iba descendiendo por el cielo lentamente, y recordó su vida en Corea.

La imagen de la playa de Gureumhae se le presentó en su mente, con su arena fina y el sonido del agua rompiendo contra las rocas, teñida de tristeza, ya que era el lugar donde su mundo se derrumbó.

La muerte de su abuela había sido un golpe devastador, y el estrés que le había traído el sabotaje en la pelea de Jaekyung lo había llevado a un punto de quiebre, donde la oscuridad lo amenazaba con engullirlo.

Sin embargo, a medida que miraba a su alrededor, Dan comenzó a darse cuenta de cuánto había cambiado su vida en los últimos meses. Ahora, trabajaba haciendo lo que amaba, una casa que después de muchos años podía llamar hogar, y amigos sinceros que lo apoyaban y lo valoraban, si bien Daehyun, Yoongu y Changmin eran sus únicos amigos en el gimnasio, Matthew fue ese ángel que le prohibió rendirse en la vida, Alex, alguien que confío en sus habilidades como fisioterapeuta, Oscar, Sam y Valerie eran personas que sin importarles su origen, lo trataban bien, nunca tuvieron ese aire de superioridad, había un profundo respeto mutuo y una camaradería que dificilmente ves en una amistad.

Aquel lugar en la playa, con su ambiente festivo y la risa de sus compañeros resonando en el aire, era una señal de que había encontrado un nuevo camino.

El contraste entre su pasado y su presente se sentía abrumador. Aquella vida llena de dolor, sufrimient, soledad y vacío había sido reemplazada por una en la que podía sentir esperanza y felicidad. Aunque la sombra de su pasado siempre estaría presente, estaba decidido a abrazar su nuevo presente y futuro.

Con cada paso que daba en la arena, se alejaba un poco más de la tristeza que lo había consumido. Estaba listo para avanzar, para aprender a vivir plenamente y a permitir que el amor y la alegría llenaran ese vacío. Y en ese momento, con el sol poniéndose y el cielo transformándose en una obra de arte, Dan se sintió agradecido por la vida que estaba construyendo.

El ojimiel se sentó en la arena, dejando que los granos tibios se deslizaran entre sus dedos, luego se iba a arrepentir pero no importaba...

La vista del horizonte le regalaba un momento de paz, mientras una parvada de aves surcaba el cielo, sus alas brillando a la luz dorada del atardecer. Recordando el poema de despedida de su abuela, con una sonrisa melancólica dibujada en su rostro, comenzó a hablar en voz baja, como si su abuela estuviera allí a su lado.

— Hola, abuela — dijo el fisioterapeuta con la voz entrecortada — A veces me pregunto qué pensarías de mí ahora... estoy tratando de ser fuerte, tal como tú me enseñaste.

Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras continuaba.

— La vida ha cambiado tanto... Dejé Corea, encontré otro trabajo, he hecho nuevos amigos, y son increíbles... llego a sentir que estoy viviendo una vida que nunca creí que sería posible — continuó el ojimiel — Me siento feliz, abuela... No siempre, pero en momentos como este, siento que la tristeza se disipa un poco.

Mientras hablaba, una corriente de nostalgia lo invadió, pero no era el tipo de dolor que había conocido antes.

Era una mezcla de tristeza y felicidad, una celebración de los recuerdos y un reconocimiento de lo lejos que había llegado.

— Todavía te extraño, pero ahora sé que estás en mi corazón. Estoy aprendiendo a vivir sin ti, pero siempre llevándote conmigo.

Con cada palabra, las lágrimas caían por sus mejillas, pero no eran de desesperación, sino de una dulzura amarga. Dan respiró hondo, dejando que el aire fresco del mar le llenara los pulmones. 

— Te prometí algo abuela, y siento que lo estoy cumpliendo, porque incluso desde la distyancia quiero que estés orgullosa de mí... construyendo una vida que te gustaría, y cada día me esfuerzo por ser mejor... Te amo abuela

Con una última mirada al cielo, se secó las lágrimas y se quedó allí, en la arena, sintiendo que, a pesar de la pérdida, había encontrado un camino hacia la esperanza y el amor. Y aunque la tristeza aún lo visitara, en ese instante, comprendió que el futuro aún guardaba muchas sorpresas.

Mientras tanto...

Jaekyung, con el calor del sol aún en su piel y un ligero toque de arena en los pies, se había quitado el pants que llevaba, revelando su traje de baño negro, y su definido abdomen por que tenía la camisa abierta nuevamente.

En su mano derecha, sostenía dos brochetas de carne, una para él y otra que compró para dársela a Dan. A medida que se acercaba a la orilla, notó que Dan estaba sentado solo, absorto en sus pensamientos mientras el sol comenzaba a descender en el horizonte.

Al ver a Dan en esa postura, con la mirada perdida en el mar, Jaekyung sintió un tirón en su pecho. No sabía cómo acercarse, así que respiró profundamente, intentando reunir el valor. Se sentó a su lado, dejando que un cómodo silencio envolviera el momento. El sonido de las olas rompiendo en la orilla creaba una melodía suave, casi como un susurro de apoyo.

Durante unos instantes, ambos miraron el horizonte, el sol bañando el cielo con tonos de naranja y púrpura. Era un espectáculo hermoso, pero la tensión en el aire era palpable. Jaekyung podía sentir la mezcla de emociones que Dan había experimentado, y aunque había tantas palabras no dichas, a veces el silencio decía más que cualquier frase.

[FANFIC/AU] Prometo Hacer Las Cosas Bien: ACTO I (Jinx)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora