Capítulo 10 - Guías en la noche

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Nadie pudo separar a los dragoncitos de Dany.

Desde que se acomodaron sobre sus brazos y hombro en aquel reencuentro, no quisieron irse. Peleaban con dientes y garras a cualquier mano que se acercase demasiado. Los guardias de Pozo Dragón tenían guantes que los salvara de lo peor, pero cuando las criaturas se dieron cuenta, atacaron sus brazos.

La princes Velaryon había rogado y rogado que no se los llevasen, que los dejaran pasar la noche con ella. Aseguró que la estaban ayudando con el dolor y que ella los vigilaría de cerca si se quedaban.

Rhaenyra intentó hacerla entrar en razón muchas veces, advirtiendole que los dragones no eran juguetes que pudieran divertirla, mucho menos esclavos a los que pudiera controlar u ordenar.

Laenor, en cambio, no pudo decirle que no. No cuando los defendía cada vez que alguien trataba de quitárselos, aún estando lastimada.

Así que así llegaron a esta situación: Dany sentada en su cama, tapada hasta la cintura, con un libro en mano y tres dragones acurrucados sobre sus piernas.

Los había nombrado mientras cenaba sola en su cama. Bueno, no completamente sola. Gilly la ayudó un poco. Luego de dos años con servidumbre desconocida, se dio cuenta de lo mucho que había extrañado a aquella muchacha de ahora diecinueve años.

Gilly siempre le preparaba la comida a la tempratura que le gustaba, la vestía con ropas de sus colores favoritos, adornaba su cabello con los más elaborados peinados y conocía su gusto por lo dorado, así que siempre ponía en sus dedos anillos y en su cuello collares. En Harrnhal, las chicas en su servicio no parecían entender nunca qué vestidos le quedaban incómodos ni qué ingredientes odiaba.

La muchacha, para su sorpresa, también  había extrañado a la princesa Velaryon. Ni bien escuchó a sus compañeras mencionar su regreso, corrió hasta los aposentos de Rhaenyra para rogarle que le permitiera volver al servicio de su hija. Todo el día esperó allí, y ni bien la heredera al trono apareció, le concedió su deseo.

Varios nombres fueron mencionados y tomados en cuenta por Dany para sus tres niños. Algunos eran tontos, propuestos por la sirvienta para hacer reír a la frágil princesa luego de los eventos de la noche anterior,  pero otros eran ingeniosos, lindos, dignos de los primeros dragones en compartir una jinete al mismo tiempo.

Al final, la princesa Velryon se decidió por tres nombres no-valirios.

Sunwing sería el de lomo cobrizo y vientre dorado, puesto que estaba segura de que, cuando creciera, sus alas serían tan brillantes que los que lo vieran creerían que era el mismísimo sol movíendose. Nightfyre para el azul y dorado, pues pensó que su cuerpo parecía una noche estrellada. El último Seastorm por su azulado nada intenso, similar al del mar cuando venía una tormenta.

"Tiene un don para estas cosas, princesa" la halagó Gilly luego de que diera aquel veredicto final. Incluso los dragones chillaban para mostrar su gusto con sus nuevos nombres.

"Gracias Gilly, eres muy amable" respondió Dany, sonriendo. Su sirvienta la imitó, acercándose.

Enseguida, las tres bestias bebés levantaron la cabeza en su dirección, intentando adivinar sus intenciones.

"Creo que ya es hora de dormir, princesa. Permítame retirar esta bandeja y guardar el libro en la biblioteca así puede descansar" ofreció.

"¡Pero aún es temprano!"

"No, para alguien herido no lo es"

A veces, a Dany le gustaba creer que Gilly era su hermana mayor. La cercanía que sentía con ella era algo especial. La cuidaba cada vez que se lastimaba, aconsejaba cada vez que estaba en aprietos y hacía reir cuando necesitaba que le levanten el ánimo.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora