Capitulo 71 - Vidrios rotos jamás serán espejos

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Tierra, sangre seca, suciedad. Incluso si Dany tratase mil y una veces, sus uñas volvían al mismo estado deplorable.

Olor, desarreglo, cortaduras. Incluso si Dany tratase dos mil y una veces, su cuerpo no parecía responder a sus compandos por pelear, por sanar.

Insomnio, llantos, irritación en su garganta. Incluso si Dany tratase tres mil y una veces, no encontraba el fin del ciclo.

¿Habría siquiera un fin para el vacío en su pecho?

Las velas quemaban sus ojos muy fácil, así que se sumía en la oscuridad.

La comida la vomitaba minutos después de tragarla, así que sus platos siempre volvían llenos.

En su mente, se reproducía una y otra vez la misma escena. Luke, su hermanito, el más dulce de los cinco que tenía, el más inocente muchacho que alguna vez tuvo la suerte de conocer. Luke, sobre Arrax, deseando llegar a los brazos de su madre, a los suyos quizás. Luke, desmembrado, flotando en el mar, sin color en sus ojos, sin calor en su cuerpo.

Le había fallado. Debería haber previsto la usurpación verde, estuvo veranos enteros en este lugar espiando para su madre y para Daemon. Debio haber entendido que el olor a putrefacción respondía al cuerpo que la reina madre Alicent ocultó, que el aumento de las ratas no era sino porque los restos de su abuelo presentaban un perfecto banquete para ellas.

Si hubiera estado más atenta, su madre ya hubiera sido coronada reina.

Si hubiera sido más inteligente, podría haber escapado con Rhaenys y haber servido a su madre como se le enseñó a hacer.

Si hubiera sido más valiente, Aegon estaría muerto. Rickard estaría muerto. Helaena desposaría a Luke.

Si hubiera sido más, su hermano estaría vivo, su familia estaría con ella.

Pero nunca era suficiente. Ella nunca sería suficiente. ¿Cuántos más debían morir para que lo entendiera?

Los plebeyos tenían razón. Donde fuera que estuviera, a quien fuera que amara, la tragedia les seguiría. Siempre sería la doncella de la ruina.

Oh, Luke... Lamento haberte condenado por quererte.

Lamento no haber podido estar ahí para combatir a Vhagar.

Lamento que hayas muerto.

Lamento que sea mi culpa.

¿Por eso también te lleva a mi pequeña Aella? ¿Te vengas de mí robándome la única razón por la que me mantenía viva en este lugar? No, no podría ser. Tú no eres así.

Aún llevaba su camisón blanco de parto. Aún tenía los rastros de sangre de la pequeña monstruosidad de tres lunas que su vientre expulsó. Aún estaba pálida por tanta pérdida de líquidos, pero no sabía cómo mejorar.

Nada parecía poder hacer que mejorara.

Días pasaron. Dos, tres, una semana completa.

Al octavo día, Aegon entró con siete guardias y un plato de comida. La sostuvieron entre todos los hombres, abrieron su boca para forzar el tenedor de pescado y verduras en su garganta. Tosió y tosió, pero la obligaron a mantener la boca cerrada y a tragar. Durante media hora, esto sólo siguió.

Cuando vomitó lo que había tragado, el usurpador la golpeó. Algunas cachetadas fueron dadas por el desacaro de manchar su atuendo real, otras por ser dramática, otras sin razón alguna. Sin embargo, Dany había estado llorando mucho antes que el ardor acalorara sus mejillas, y lloró mucho después de que la soltaran de pronto y cabeza encontrara el suelo en un golpe seco.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora