Capítulo 29 - Miradas conocidas

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El viaje fue más corto de lo que Dany pensaba.

Tan solo dos horas en el lomo de Nightfyre bastaron para que pudiera divisar Desembarco del Rey en el paisaje.

Mentiría si dijera que no se sintió poderosa al escuchar cómo los plebeyos gritaban o se asombraban ante la aparición de tres dragones en el cielo. Conocían a la princesa Velaryon y conocían que era madre de tres dragones, pero la última vez que los vieron eran apenas unos niños.

Ahora, tres monstruos sombreaban la capital. Y sobre uno de ellos, una muchacha casi convertida en mujer.

Aterrizo frente a las puertas de la Fortaleza Roja, donde una caravana de guardias la esperaban para escortarla hacia la sala del trono.

Lamentablemente para ella, había uno entre todos los hombres en armadura que estaba encargado de recibirla.

Sir Criston Cole.

"Dígame, sir Crispin" comenzó a hablar mientras decendía del lomo de Nightfyre. Daemon le había contado alguna vez sobre su encuentro tras robar el huevo de dragón del tío que nunca tuvo. Le dijo que el guardia era una golfa insoportable y que sólo lo llamaría por su nombre cuando no salieran estupideces de su boca. A lo mejor, este sería el día "¿Es ilegal pedir que las personas que me convocaron en primer lugar sean las que me reciban?"

Antes de que el hombre pudiera responder, Sunwing y Seastorm aterrizaron a unos pocos metros, percibiendo la amenaza que podría significar el hombre de intentar hacerse el chistoso.

"No, su alteza, pero es cruel pedir que un rey enfermo se levante y camine cuando los maesters le ordenan descansar" no, definitivamente este no era el día.

"Oh, claro, olvidé que todos ustedes son moralistas" los insultó ella, acariciando con dulzura el cuello de su dragona antes de susurrarle en la lengua Valyria "Ve y cuida a tus hermanos. Yo estaré bien" la dragona frente a ella dudó, claramente sintiendo cómo sir Criston apretaba los labios para no contestar algo horrible hacia la princesa.

Con un leve gruñido, tomó vuelo de vuelta, sus hermanos no queriéndola seguir hasta que su madre ordenó "Vayan con ella y cuidense. Iré a verlos en cuanto pueda"

Cuando ambos se fueron, la muchacha volvió su atención al grupo de guardias frente a ella.

"Serán largos sus días conmigo, muchachos. Espero que lo que sea que les paguen valga el esfuerzo".

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El salón del trono era mucho más impontente de lo que ella recordaba. Las columnas con los reyes tayados, las miles de historias que podrían contarse con los cuadros que decoraban sus paredes.

Sin embargo, lo más imponente era aquella silla de hierro.

Del mismo suelo parecían brotar espadas que se unían poco a poco a medida que se acercaban a la cúspide del poder Targaryen. Daenyra sentía el más profundo de los respetos hacia tal compleja silla. No por ser tal cosa, no por ser el soporte de culos de reyes crueles o demasiado piadosos. Sino por pensar que por cada una de las espadas fundidas significaba una esposa lamentando la muerte de su pareja, un hermano pequeño llorando a su hermano mayor, una hija llorando a por su padre. El trono de los lamentos sería sin duda un mejor título para cualquier casa que no fuera Targaryen. De las lágrimas de los suyos es que se había creado, no tenían por qué pensarlo imponente.

Y aún así, lo hacían. Los hombres tienen una forma particular de ver la vida.

"Nieta mía" la saludó el hombre sentado sobre ella. Su pecho bajaba y subía con una lentitud anormal. Su cabello parecía haber comenzado a caerse. ¿Seis años y esto era lo que quedaba de su abuelo?

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora