Capítulo 12 - Del mar venimos y al mar regresaremos

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Daenyra se aburrió muy rápido de la Fortaleza Roja. No importaba que estuviera toda la mañana fuera de ella, no está satisfecha viendo las mismas paredes una y otra vez.

Amaba sus clases con Helaena: No los cambiaria nunca por nada... pero comenzaba a irritarle las sorpresivas visitas de su tío Aemond. A veces iría para preguntar cosas a su mejor amiga, otras a burlarse de Dany. Si había escuchado que su entrenamiento matutino no fue tan fructífero, si veía que su trabajo bordado no era excelente o quizá solo porque estaba de humor para hacerlo, aparecía. Le interesaban poco los reproches de su tía, él siempre buscaría alguna forma de intentar hacerle notar a su sobrina que no la quería.

"¿Cuál es tu problema conmigo?" Lo encaró una vez tras escucharlo responder de mala forma Helaena, quien solo trataba de calmar las aguas. Lo acababa de empujar con fuerza para apartarlo de su amiga. Sus palabras pasaron el límite de crueldad que la inocente Hel pudiera soportar: sus ojos estaban llorosos, sus oídos tapados por sus manos.

"¡¿Te atreves a tocarme, sobrina?!" respondió él con indignación, recomponiéndose con una velocidad admirable. Aun así, Dany vio venir sus brazos. Los esquivo con poca gracia: no vio la mesa a su lado, por ello se golpeó con tanta fuerza.

Eso le dio una pequeña ventaja a su tío.

La tomó del cuello de su vestido y la obligó a mirarlo. No la impresionaban sus ojos violetas, pero sí el odio que estos reflejaban. Tanta ira, tanta envidia. Aemond Targaryen sin duda era un resentido.

"No se olvides tu lugar en este mundo, Daenyra. Estás destinada a morir entre estas paredes, a ser la prostituta que le de un hijo al bastardo de tu hermano. Ningún hombre desperdiciara la oportunidad de acostarse contigo, incluso si le cuesta alguna mano-" un escupitajo en su ojo izquierdo cortó su concentración discursivo y su agarre.

Tan pronto estuvo libre, Dany golpeó el estómago de su tío con tanta fuerza como pudo. Muchas estupideces salían de la boca de los hombres, a veces.

Se sentía mal por ello, pero le dio gusto ver a aquel niño disfrazado de hombre de rodillas, desesperado por llenar sus pulmones de aire una vez más. Tantas cegado estaba por su propia amargura que olvidó que no hablaba con una sirviente indefensa. Ella era Daenyra Velaryon, la madre de los dragones y princesa entre las llamas. Tomaría mucho más que un arrebato infantil para dejarla indefensa.

"Debería contar tu lengua por toda la suciedad que escupes, tío. Al menos está prostituta será reina, se casará con un príncipe y volará por los aires en cualquiera de sus tres dragones. No hay rincón en este mundo donde puedas olvidarlo, Aemond: no eres más que el segundo hijo de un padre que nunca te quiso" las palabras cortaron profundo en aquel corazón del niño, aún si fingía que no lo hacían.

A ambos les alivió ver que Helaena no había escuchado tal cosa. Todos conocían que el favor real no era solo para Dany y Rhaenyra, sino que también para ella. Muchas veces paseaban por las mañanas juntos, o a lo mejor acompañaba a la princesa Velaryon en sus lecturas nocturnas. Pasaban momentos increíbles los tres juntos.

Era demasiado dulce para el nido disfuncional en el que estaba siendo criada. Le afectaban mucho los ruidos o peleas.

Y allí estaban las dos personas que las quería en todo el mundo. Discutiendo con palabra venenosas, lastimándose con golpes verbales y físico.

No que le importó mucho a Aemond eso. No cuando volvió a enfocar su visión y encontró a su sobrina con la guardia baja, consolando a una aterrada Helaena.

Se abalanzó sobre Dany antes de pensarlo de nuevo. Tomó un buen puñado de su cabello y tiró para atrás, causando que entre las paredes de aquella habitación sonaran los ecos de los alaridos de Daenyra.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora