Capítulo 4 - Con los pies y la cabeza

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Por la noche, Daenyra no podía dormir. La emoción no se lo permitía.

Tanto había luchado por poder ser útil para su familia. Años de sentirse una carga para todos llegaban a su fin. Porque sí, con sus cinco años, la pequeña princesa se había sentido muchas veces como peso muerto para sus padres.

Era una niña, se supone que deben cargarla, que pesa. Ella no lo veía así. Pensaba que, sus hermanos jamás serían una carga. Tenían a sus dragones: Vermax, Arrax y Tyraxes. Si su madre necesitara ayuda o su padre se metiera en problemas, podrían defenderlos. Si no ellos con sus habilidades con las armas, sus bestias.

Dany no tenía ninguno de los dos. Los dioses le habían negado el segundo, y, por mucho tiempo, el rey el primero. Todo eso cambiaría. Pronto podrían contar con ella para cuidar a su familia.

"¿Dany?¿Estás despierta?" se escuchó a una voz preguntar desde lo entreabierto de su puerta. Pronto asomarían la cabeza la cabeza Jace, pero Luke simplemente pasaría. No que a un niño le interesara mucho pedir permiso. Mucho menos con su hermana favorita.

"¿Qué ocurre?¿Está todo bien?" contraatacó con preguntas ella, acomodándose sobre su cama para quedar sentada.

El pequeño de casi tres años se trepó torpemente hacia su cama. Ella, entre risitas, lo ayudó a subirse, levantando sus sábanas para incluso taparlo cuando se sentara a su lado.  Él enseguida se acomodó, aún conservando su chupón en la boca.

Jace fue un poco más tímido. Aunque su hermano fuera un descarado, no conocía otra forma de ser. Él sí. Sabía que debía ser caballeroso, cuidadoso. No eran esas lo que le impedía correr hacia los brazos de su hermana menor, sino su vergüenza por lo ocurrido hacía unas lunas en el nacimiento de Joffrey. No creía poder superarlo nunca.

"Si, sí, todo está bien" dijo, acercándose lentamente hacia la cama de la chica.

"Entonces no encuentro razón para esta grata sorpresa"

No quiero que te vayas, por favor, quédate conmigo confesó mentalmente. El primogénito de Rhaenyra sintió cómo sus mejillas se ruborizaban poco a poco. Agradeció a los dioses que la mayoría de las luces de la habitación estuvieran apagadas.

Nunca podría decirlo en voz alta, pero su hermana evitaba que enloqueciera. Todo el día, todos los días, debía soportar que a gente lo mirara despectivamente, que sus tíos se burlaran de él y llamaran "bastardo" solo por no tener el mismo color de pelo que el resto de su familia.

Su madre solía estar ocupada cuidando al bebé Joff o atendiendo sus responsabilidades como heredera al trono. Su padre escapaba en Bruma por las mañanas, pero ni siquiera cuando volvía lo encontraba. Si lo hacía, estaría borracho y diciendo incoherencias.

Él era el que debía proteger a sus hermanos, a su hermana. Se lo había jurado en la cuna a ella, durante el parto a Luke, aquella tarde a Joff. No permitiría que llegara a ellos el daño que si llegaba a él.

"Mañana te vas Dany... y yo... nosotros... vinimos a disfrutarte mientras podemos hacerlo" fue lo que salió de su boca. Bueno, al menos estaba cerca de lo que pensaba, supuso.

Su hermana, sonriendo, levantó las sábanas del lado contrario al que descansaba el menor de los tres, y dio algunos golpecitos para invitarlo a sentarse. Él no necesitó otra cosa. Sonrió y corrió hacia ella.

Cuando se sentó, Daenyra se acurrucó cerca de él, descansando su cabeza en su pecho y dejando a sus manos jugar con los hilos del camisón del príncipe. Un pequeño sollozo se oyó por parte de Luke. Los otros dos, riendo, lo reacomodaron en medio de ellos.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora