Capítulo 38 - Click

211 33 5
                                    

La historia de la quema del Lecho de Pulgas fue esparcida con especial velocidad por todo el reino.

Su madre le había mandado varias cartas preguntando qué había pasado, si estaba bien, si quería volver, pero Daenyra no contestó ninguna. A cada día que pasaba, la heredera al trono se preocupaba un poco más por la falta de respuesta de su hija.

Y no era la única.

Jacaerys había visto a toda su familia reaccionar ante las noticias sin poder hacer otra cosa más que disimular estar igual de sorprendido. No que haya tenido que fingir preocupación: le aterraba pensar en lo que su hermana debía de estar viviendo.

En especial cuando, durante una tarde tranquila, fueron vistos aterrizando en la Seastorm, Sunwing y Nightfyre sin ningún jinete en su lomo.

Rhaenyra estaba en crisis: su hija no contestaba los cuervos como solía hacerlo y los dragones que supuestamente se llevó consigo para estar protegerla habían vuelto a Rocadragón sin nadie que los estuviera comandando.

No podía haber perdido a su niña por la muerte de algunos plebeyos, no tenía sentido. Su padre no era tan cruel y los fallecidos no eran tan inocentes.

Sin embargo, su cabeza no le permitía elaborar ninguna otra razón lógica para la falta de respuesta de su hijita.

No costó a Jacaerys y a Daemon el convencerla para partir a Desembarco del Rey esa misma noche.

---

Dany pasaba sus días sola.

Espantaba a las sirvientas, se escabullía de los guardias, ignoraba a los Hightower y evitaba a su amiga - a la cuál aún no estaba lista para enfrentar-. Ni siquiera consideraba las órdenes de su abuelo de atender las comidas con toda la familia o los ruegos para alguna lectura nocturna.

No se encerró en su habitación como pasó alguna vez, pero solo porque todo el mundo tenía acceso a ella si sabían dónde estaba.

Simplemente resignó sus días a practicar sus suturas y mezclas de hierbas frescas en el único lugar resguardado de ojos juzgadores: su escondite con Jace. Preparaba tés y cremas sanadoras muy a menudo: se rehusaba a volver a dejar a alguien inocente morir, se rehusaba a verlos agudizar sin poder hacer nada. Aprendió torniquetes, dónde amputar sin matar, que el metal caliente cicatrizaba más rápido las heridas y muchas cosas más.

Asesinó a seicientas personas, se concluyó luego de dos noches. Los locales habían llamado a tal evento la noche del azote carmesí -por el rojo vivo que teñía la piel de los heridos, salvados y fallecidos-, incluso apodando a la jinete de los tres dragones como la doncella de la ruina.

No sólo por la masacre, sino por cómo era que la tragedia la seguía fuera a donde fuera. Harrenhal, Driftmark, la capital. Se burlaban de cómo la muerte la acechaba en cualquier habitaicón, cómo su presencia condenaba siempre a alguien.

Quizá, lo más doloroso para la hija de Rhaenyra no era el hecho de que le pusieran tal apodo - había llegado a la conclusión de que tenía razón - sino el darse cuenta de que no había persona alguna que creyera que ella era inocente, que no había ordenado absolutamente nada.

Madre de dragones que habían desaparecido, princesa entre las llamas que ella misma prendió, y doncella de la ruina. Se reía de solo pensar en todos los títulos que había acumulado.

Últimamente, se había vuelto más difícil evitar escuchar el tal apodo. Los sirvientes lo murmuraban cuando ella pasaba, los caballeros se burlaban luego de que la vieran caminar por donde ellos estaban.

Esos, sin embargo, eran los valientes.

Había otros que simplemente huían de ella cuando se la cruzaban. Las miradas se volvían al suelo y su paso se aceleraba de un segundo a otro. Quisiera ella prestar atneción, notaría que algunos palidecían y otros temblaban. Solo cinco o seis la miraban con desprecio.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora