Capítulo 54 - Mujeres, niños y asesinos

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*ADVERTENCIA: CAPÍTULO CON MENCIONES DE SANGRE, ABUSO, VIOLENCIA, PELEAS, ETC*

Quizá el resto no escuchar sus pasos.

No sabía cómo era que no los escuchaban, pero era la única opción lógica.

Gotas de agua, chirridos de ratas, pasos de escape.

Una nube negra cubría a su hermana y sólo podía mirar cómo se ahogaba en la sangre de su lluvia.

Y cómo un toro embestía contra su espalda, atravesando ambos cuernos en su pecho.

¿A quién podría advertir que pudiera creerle?

No sabía, pero al menos debía intentar.

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"¿Así debería ponerse, princesa?"

"Si, pero debe de ser un tacto más... suave. No habrá mucha medicina disponible y las hierbas tienden a poder actuar rápido en heridas como esta" explicó Dany a la confunidda mujer, enseguida tomando su muñeca para mostrarle a los movimientos que se refería. La vio entender perfectamente sus indicaciones, enseguida girando un poco su cabeza para poder asentir con una sonrisa a la joven.

Aún herida, Daenyra Velaryon se rehusaba a dejar sus actividades en la capital. Al inicio, creyó que no sería bien bienvenida dada la aparición de sus niños, pero, para su sorpresa, las personas creían en ella, confiaban en todos estos años de cuidado para presumir saber que su futura reina no podría hacer lo que hizo por el gusto de hacerlo.

¿Qué clase de persona ayudaba a miles para luego matarlos?

"¡Princesa, mire!" gritó una chica desde el otro lado de la fuente de agua, su rostro iluminado por un triunfo que Dany aún desconcía.

Ella sabía que no siempre podría ayudar solo a los niños, no cuando había muchas más personas que necesitaban de su atención para navegar por sobre el mar de su propia vida.

Eran madres con las que estaba ahora. Madres de la misma edad que Helaena cuando los gemelos nacieron, madres que fueron abandonadas o vícitimas de su fuego. Todas charlaban alrededor de una preciosa fuente en el sector más limítrofe de la ciudad, justo en una rotonda escondida entre las edificaciones. Allí, les enseñaría sobre algunos trucos básicos de curación con la única esperanza que no tuvieran que ver morir a más personas de su familia agudizando de dolor.

"¡Te quedó estupéndo!" Halagó Dany con una sonrisa cuando vio la consistencia de la mezcla de amapola que había podido cocinar en un té. La jovencita de apenas doce años sonrió entusiasmada, abrazando a la princesa en uno de esos impulsos alegres.

El tacto de la plebeya ante el etéreo vestido de la mujer de la realeza la hizo apartarse casi al instante, provocando una pequeña risa divertida escapar los labios de la chica Velaryon. Su vestimenta, en verdad, era de las favoritas de las pequeñas niñas que visitaba: un simple conjunto azul que reflejaba sutilmente la luz del sol, fluyendo con gracia por todo su cuerpo a excepción del ajuste ligero marcado en su cintura. Su escote dropeado le daba un efecto envolvente, pero no por eso menos majestuoso.

Aprendió a amar los colores de la casa de su padre, en verdad, pero no por eso era de sus ensambles favoritos: era porque las pequeñas insitieron que lo usara cada vez que fuera a visitarlos, así sería más fácil reconocerla mientras llegaba - como si sus ojos violetas y su cabello brillante con el sol no fueran suficientes-.

"No tienes por qué preocuparte" corrigió Dany luego de reír, poco importándole el tacto de la muhcahca o las manchas que habían dejado sus manos sucias en su atuendo. "Puedo hacer uno nuevo".

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora