Capítulo 1 - Sangre nueva

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Nadie podía negar la felicidad de su soberano con la llegada de Daenyra. Si bien su segunda esposa le había dado una hija de lo más particular hacia unos pocos años, el amor que sentía por ella no llegaba ni a ser un tercio de lo que sentía por su nieta.

Sus rasgos valyrios eran lo que le fascinaban. No porque fueran el emblema de su casa ni porque la volvían muy similar a su hija.
Era porque, en ellos, veía a Aemma.  Aquellos ojos gentiles, aquel cabello suave. Sin duda aquella niña compartía sangre con la mujer que amaba.

De hecho, tal fue su orgullo cuando la conoció que en ese preciso momento declaró quince días de celebraciones por el nacimiento de su primera nieta: centenares de cazas, torneos, festines y bailes serían organizados en su nombre.

Nobles de todo el reino se acercaban a conocer a la nueva princesa y felicitar a Rhaenyra. Incluso Alicent - quien había ordenado que le llevaran a Daenyra recién nacida a sus aposentos y que se indignó cuando la única respuesta que tuvo fue "Laenor Velaryon dijo que no será posible. Su esposa está agotada. Ofreció que, si tan grandes son los deseos de su majestad de conocer a la niña, él mismo se encargará que usted y el rey lo hagan" - sonreía complacida.

La princesa Rhaenys y Lord Corlys estaban ansiosos. Cualquier abuelo lo estaría. Aunque ninguna mala noticia había llegado a sus oídos, no podían evitarlo. De hecho, fue esa ansiedad lo que los llevó a llegar a la Fortaleza Roja antes que cualquier otra gran casa del reino.

Nada los podía calmar. Corlys estaba frenético: caminaba por todo el barco día y noche. No es que fuera para menos: pronto conocería a la que sería la heredera de su título y tierras. Ninguna otra reacción sería aceptable.

La reina que nunca fue, en cambio, estaba calma por fuera y muriendo de nervios por dentro. Solo el que prestara mucha atención vería sus dedos vacilando por sus anillos.

Nada parecía poder relajar al Lord y la Lady de Driftmark.

Nada, excepto la vista de su hijo sosteniendo a una bebé sana.

Todos sus nervios se disiparon en ese momento.

No querían parecer agobiantes con los jóvenes padres, así que mientras Rhaenys fue a revisar a Rhaenyra y a agradecerle por haberle dado tan hermosa heredera a la casa de su esposo, Corlys se acercó a la bebé que balbuceaba en brazos de Laenor.

Era hermosa, sin duda de sangre valyria.

Sin duda de sangre Velaryon.

"Creo que alguien quiere saludarte, papá" lo invitó su hijo. Solo entonces entendió la escena frente a él, solo entonces vio aquellos pequeños bracitos estirándose hacia su rostro.

Dudo si acercarse. No era que no quisiera, no era que su cuerpo no se lo permitiera. Su cabeza lo había convencido que esto no era real.

Era demasiado Perfecto para hacerlo.

"Tranquilo, todavía no tiene dientes para morder" se río Laenor.

Suspiró. Bueno, al menos debería intentarlo. Y si esto fuese un sueño, despertaría en un estado de felicidad enorme.

Tomó a la bebé como quien lo había hecho miles de veces - porque, de hecho, había cargado a bebés miles de veces.

Lágrimas de felicidad cayeron por sus mejillas. La bebé tocaba su rostro, curiosa. Supuso que la mueca graciosa que hizo era una sonrisa.

No ayudó a calmar su llanto.

Su emoción fue un gran factor de ello, su orgullo también, pero fue el reflejo del rostro de su hijo plasmado en su nieta que lo rompió.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora