Capítulo 6 - Hasta el último aliento

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*CAPITULO CON MENCIÓN DE VILENCIA, INTENTO DE ABUSO Y SANGRE: PRECAUCIÓN*

Dany se despertó tras escuchar ruidos detrás de su puerta.

No pudo identificar su origen con exactitud, no enseguida. Sus sentidos necesitaban tiempo para volver a funcionar al cien por ciento; Sus ojos se adaptaban a la poca iluminación de la habitación, sus oídos se agudizaban lentamente.

Aún así, supo que algo andaba mal. A estas horas de las noches ni siquiera los sirvientes pasaban. Si fuera un poco más temprano, quizá podría pensar que era aquel muchacho - Harrold Rivers, creyó que se llamaba-  haciendo sus rondas por el castillo para agregar leña al fuego de la chimenea.

Pero era tarde, y no era solo un par de pasos que escuchaba. Eran varios. Mentiría si dijera que la situación no la iba poniendo más y más tensa. En especial cuando vio, gracias a la sombra que hacían las antorchas en el pasillo, cómo una figura se detenía delante de su puerta.

Solo pensó dos opciones en ese entonces: Podría intentar llegar hasta su arco y flechas. Estaban sobre su escritorio a pocos metros de ella. De hacerlo, se arriesgaría a que, si el extraño abría la puerta antes que ella alcanzara sus armas, quedaría expuesta.

Casi tanto como en si solo se quedara en la cama y fingiera dormir. Daría vuelta su cuerpo para dormir mirando a la ventana. Así vería por el reflejo al intruso y sabría de quién se trataba.

No tuvo tiempo para decidir, pues pronto oyó cómo la puerta se abría con un agudo crujido. Contuvo la respiración, cerrando los ojos y rezando a los dioses que eso fuera suficiente para burlar al desconocido. Calmar los latidos de su corazón fue lo más dificl. La persona que entraba tenía vista completa de ella, y si parecía que estaba agitada, seguramente decubriría su lucidez.

Toda su vida dependía de que luciera calmada.

¿Qué ocurriría si algo fuese mal, si no haberse arriesgado por tomar sus armas haya sido lo que marcara su condena?

El cielo no estaba tan negro como siempre, distintos tonos de azules comenzaba a teñirlo. Pronto sería de día, pronto llegaría su padre en Bruma como solia hacerlo.

Solo tenía que aguantar hasta entonces.

Escuchó cómo el intruso se acercaba a ella, parando justo al lado de su cama. Su corazón quería ir a toda velocidad, quería distribuir la adrenalina suficiente como para defenderse de recibir algún golpe, pero ella no lo dejó. Ni siquiera cuando sintió al extraño tan cerca como para escuchar su respiración, o como para que su mano tomara su cabello y lo oliera.

Si abría los ojos, si se quejaba, si comenzaba a agitarse, terminaba el juego. Moriría.

Por fortuna, aquella persona se alejó de su cama tan rápido como se acercó.

Por desgracia, cuando cerró la puerta una vez que salió, se escuchó un suave "click".

La había encerrado.

No esperó más tiempo para pensarlo, abrió los ojos y se levantó de un tirón en la cama.

Pero se encontró con una horrorosa sorpresa: No la habían encerrado a ella sola, el intruso estaba allí mirándola, sonriente.

Era un hombre de aspecto sucio, con ropas rotas y olorosas: En su sonrisa faltaban dientes y en sus manos un dedo. Sus zapatos estaban rotos, su pelo desordenado. Si pudieran encasillar la palabra "ladrón" en una persona, él sería esa viva imagen.

Quedó paralizada. Supuso que era porque esperaba que aquel hombre se moviera.

Temió morir aquella noche, claro, pero temió aún más todo lo que ocurriría antes de que se le concediera tal gentileza. Este tipo de hombres no eran asesinos piadosos. No, ellos disfrutarían a su víctima antes de matarlas, o simplemente las dejarían vivir con su marca encima por siempre.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora