Capítulo 37 - El elefante en la habitación

227 29 5
                                    

Era imposible escabullirse del par de guardias que habían sido puestos en su habitación.

Gracias a la cortesía de su abuelo, la princesa Daenyra había sido hecha una prisionera en su propio cuarto, solo siendo permitida la salida cuando hubiera comunicado con cuál dragón se quedaría.

Solo la primera hora se lamentó ser una criminal con privilegios.

Luego, puso manos en acción.

Le costaron al menos unos quince vestidos, toallas, sábanas, cortinas, alfombras y manteles el hacer una cuerda lo suficientemente larga como para bajar por la ventana.

No era una gran escaladora y se notó en su descenso. Varias veces tambaleó, zafando sus pies del nudo en el que estaba apoyado y cayendo algún par de metros. Sus manos estaban quemadas por agarrarse con tanta fuerza en esas pequeñas caídas, pero no podía darse por vencida.

Era salvar a sus dragones o morir en el intento.

Dany podría jurar que el mejor momento en toda su estadía en la Fortaleza Roja fue cuando tocó el suelo ese día.

La capa que había atado al final de la soga estaba colgada frente a ella. Enseguida la desató y la acomodó por sobre sus hombros, la capucha tiendo bien puesta por sobre su pelo completamente trenzado para evitar que fuera tan fácil reconocerla.

No sabía dónde era que sus dragones estaban, no tenía idea de cómo llegar a ellos si no era llamándolos en su cabeza - lo cuál alertaría a absolutamente todo el mundo y su plan se iría al carajo-. Lo único que le quedaba hacer era rezar a todos los dioses que ellos estuvieran en donde les había enseñado estar.

Corrió tan rápido como sus pies le permitieron. La capital era un lugar muy concurrido en estas horas, lo que hacía su misión una cada vez más difícil. Sus paso debían ser maticulosos: un solo tropiezo y lo único que cubría su indentidad se caería, lo que, en un contexto donde las personas pedían su sangre, no sería favorable.

Los giros, las curvas, los pasillos estrechos. Todo lo recordaba de cuando era una niña, cuando intentaba entrenar fuera del castillo para escapar de la mirada juzgadora de su madre por ser una mujer y pelear como un hombre.

Le alegró ver a sus dragones descansando en los bosques donde jugaban con Vermax, donde ella y Jace pasaban horas hablando.

No puedes pensar en él ahora, hazlo cuando ellos estén a salvo.

Las tres criaturas se levantaron ante el ruido de los pasos de alguien, enseguida acercando sus enormes fauces a su jinete una vez que la reconocieron.

"Están bien" festejó ella en un susurro aliviado. Su abuelo sería el rey, pero seguía siendo lo suficientemente estúpido como para confiar que ella no podría escaparse de su habitación.

"Perdónenme, yo les hice esto, yo fui la que tuvo miedo y ahora quieren que ustedes paguen el precio" comenzó, el Alto Valyrio consolando su voz a medida que esta se quebraba.

Estaba cansada de llorar, pero cuando una está despidiendo a sus hijos para evitar que los maten, no puede evitarlo.

Hubiera querido decirles más, explicar el por qué de su partida incluso si ellos no la entendían. Debía hacerlo por ella, porque todo esto era su culpa. Sin embargo, los gritos varoniles y los ruidos del metal avanzando hacia ella cortaron cualquier intención de redención que ella tuviera con sus dragones.

"Deben irse" les ordenó entonces, ganándose gruñidos de respuesta. No sabía qué significaban, no sabía que se suponía que trataban de decirle, pero no tenía tiempo de averiguarlo.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora