Capítulo 39 - Justo lo que necesitaba

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Daemon estaba impaciente.

Minutos antes, habían llegado a la Fortaleza Roja y nadie de la realeza estuvo ahí para recibirlos. Ahora, esperaban en silencio en la sala del trono a que apareciera el resto de la familia Hightower.

Su hermano estaba bien, dentro de lo posible. La enfermedad comenzaba a comer parte de su piel, dejando su rostro cada vez más impresionante. Quizás era la enfermedad lo que hizo que su autoridad de haya ablandado. Ni siquiera su propia sangre obedecía sus órdenes de reunión para la bienvenida.

No le sorprendía: aunque lo amara, Viserys era débil. Toda su energía había sido absorbida por las asquerosas palabras de su mano, lord Otto, y por la insoportable mujer con la que eligió casarse.

Lo único bueno de la existencia de Alicent Hightower es que le dejó libre el camino con Laena Velaryon.

"¿Dónde están todos?" Preguntó Joffrey a su madre con tono disimulado, preocupado porque sus palabras resonaran como eco gracias al vacío del lugar.

Rhaenyra tenía exactamente la misma duda. Era verdad que su relación con la reina estaba hecha un asco, pero al menos debería de tener la cordialidad de recibirla.

Basaba toda su personalidad en ser correcta, pero ni ella ni sus hijos realmente lo eran.

Daemon supo que su mujer, aunque no supiera qué contestar, no buscaría ayuda para responder esa pregunta en él. A cada segundo que pasaba, su irritabilidad subía un poco más, aumentando sus ganas de ser completamente insoportable cuando los verdes se dignaran a mostrar sus rostros.

"¿Dónde está Dany?" Volvió a cuestionar el más pequeño de los castaños ante la falta de una contestación a su primera duda.

Días estuvieron viajando por la carretera para volver a verla a la única niña que la heredera concibió. Salieron con apuro, aunque a Joffrey no le hayan dicho el por qué, sin la posibilidad de viajar en el lomo de sus dragones por orden de su madre.

Y ahora que llegaban, ella no estaba. Ninguno de todos sus familiares estaban.

"Tu hermana seguramente-" comenzó a decir la princesa Targaryen cuando una puerta abriéndose con apuro resonó en toda la habitación.

Daenyra no estaba en sus mejores vestidos o con el más complejo peinado en su cabello, pero no podía esperar ni un solo segundo más para ver a sus hermanos.

El primero en darse cuenta de que era ella, fue Aegon. "¡Nany!" Gritó contento, sus risas ruidosas y movimientos corporales ansiosos siendo lo que hizo caer en cuenta a todos de quién era que había entrado.

El primero hijo de Rhaenyra habría sido el que la vio primero, pero Luke y Joffrey fueron los que corrieron hacia ella ni bien dijo esas palabras.

Dany casi cae por la brusquedad con la que se encontraron en su abrazo, pero ellos no la soltaron o se apartaron en ningún momento. En su lugar, la sostuvieron con más fuerza.

Oh, si habían necesitado esto.

Pasó tantos días sola, llorando hasta dormir por algo que nunca ordenó, pero que de algún forma ocasionó, que se había olvidado lo que se sentía la calidez de otra presencia.

Nada podía dañar mejor sus heridas que tener a su familia cerca.

Aegon y Viserys, ambos encaprichados por poder ser el único centro de atención de su hermana, pataleaban y lloraban. Las septas los acercaron tanto como pudieron, pero no parecía ser suficiente para ellos.

La muchacha tardó un poco en soltar a sus hermanos Velaryon. Ellos eran con quien se encontraba para dormir todos juntos, ellos eran los que habían sido criados por su padre, ellos eran quienes tenían sus regalos de la última noche que lo vieron.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora