Capitulo 77 - Últimos en pie

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"La encontrarás en el aire, no en tierra."

Las palabras de su madre resonaban como un eco incesante en la mente de Daenyra mientras caminaba por los pasillos de Rocadragón. El aire, cargado de sal y humedad, se sentía más pesado de lo habitual. Su hogar parecía haberse convertido en un lugar extraño, casi irreconocible.

Algunos momentos antes, había insistido en ver a su abuela para poder planear su estrategia en batalla y asegurar que ambas pudieran regresar victoriosas. Sin embargo, su madre contraargumentaba una y otra vez que no podría ver a Rhaenys hasta que no estuvieran en el aire.

Dany no podía entender el por qué su madre en mantenerla alejada de la reina que nunca fue. Irían a defender el nombre Targaryen, su reclamo al trono de hierro. Por todo lo que sabían, el enemigo podría estar armado con filas enteras de escorpiones para derribar a ssu dragones y flechas que serían dirigidas a ellas mismas.

"Si pudieron dar en el hombro de una conquistadora en pleno campo de batalla ¿Qué nos queda a nosotras, las guerreras que te defienden?" preguntó con menor compostura de la que le hubiera gustado. De una forma u otra, debía hacer entrar a la reina negra en razón. "¿Y si es una trampa? ¿Y si Sunfyre, El Caníbal, Vhagar o Tessarion están esperando entre los árboles para sorprendernos y atacar? No tendremos oportunidad si no puedo hablar con la abuela Nys antes de partir".

"Sus cuatro dragones deberán ser suficiente entonces" definió Rhaenyra. La cuerda de la que Dany colgaba se hacía cada vez un poco más delicada. Contra cualquier deseo que tuviera, la princesa Velaryon debió morder su lengua.

A pesar de todo, su abuela se había hecho presente de una manera de lo más peculiar.

Cuando entró a su habitación para cambiar su atuendo de plebeya por su ropa de montar, encontró sobre la cama una armadura que le quitó el aliento.

"Porque nunca fuimos muy buenas siguiendo órdenes" estaba firmado en la carta justo al costado de la pieza, robando una pequeña sonrisa a la chica.

El metal brillaba con un tono frío frente a la escasa luz de la habitación. Cubría únicamente el torso y los brazos, dejando sus piernas libres para moverse con facilidad. Tallados en las hombreras estaban el dragón de tres cabezas de los Targaryen.

Su corazón se detuvo un instante. Su reclamo a tal apellido era posible únicamente porque heredero la sangre de su madre.

Y pensar en Rhaenyra Targaryen solo la hacía acordar las venenosas palabras que Rickard Rivers escupió cuando las vio.

¿Si eran ciertas las acusaciones?

Sacudió la cabeza, como si pudiera espantar los pensamientos que la acosaban moviéndose un poco. Su madre, la mujer gentil que había conocido, no podría haber orquestado algo tan cruel como el asesinato de su padre, debatió consigo misma. La Rhaenyra que recordaba era inteligente, amorosa y valiente, una madre que se pondría entre el fuego y sus hijos con tal de protegerlos.

Sin embargo, las dudas persistían.

Había una diferencia que no estaba rescatando en su razonamiento. Su madre no era su mami.

Su mami, como la llamaba cuando era niña, jamás la habría dejado sola durante su parto habiendo perdido a Aemma en uno.

Su mami habría corrido a abrazarla al verla regresar sana incluso si sus consejeros dijeran que era inapropiado.

Su mami habría reunido a sus hermanos en un instante, no los usaría como un privilegio que debería ganar.

Rhaenyra había sido alguna vez su mami, pero había más en la mujer que el lado que reservó a mostrar a sus hijos.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora