Capitulo 72 - Hijo por hijo

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Aunque el cuerpo de la princesa Velaryon volviera a caminar por los pasillos, no parecía ella. Sus sirvientas jurarían que la habrían asesinado y reemplazado por alguna bastarda que se le pareciera.

¿Quién podía culparlas?

Cualquier rastro de gentileza se había desvanecido en sus ojos. Sus facciones gentiles se habían vuelto tan afiladas que parecían más bien hostiles. Sus anillos dorados habían sido reemplazados por tocados más bian plateados, seguramente de acero valyrio.

Todo azul se había desvanecido. Ahora, solo quedaba rojo y negro. En su vestido, en sus zapatos, en sus arreglos. Daenyra Velaryon gritaba en oposición a la corona sin decir una palabra mientras caminaba ni dedicar mirada alguna a quienes la vieran.

No habló demasiado cuando estuvo en presencia de sus sobrinos. Su garganta aún le ardía luego de tantos días de pasar sed. Sin embargo, ni aunque hubiera podido se molestaría en decir mucho. No cuando la reina verde lucía su misma mueca asquerosa cada vez que se juntaban al anochecer a leer a los niños.

En algún momento de su pena, había entendido una cosa. Quizás todos a su alrededor sufrían porque ella era débil. Lo suficiente como para encerrarse a llorar, lo suficiente para que la pisotearan una y otra vez, lo suficiente como para que no tomaran sus amenazas en serio, y que creyeran que cinco míseros guardias reales la detendrían.

¿Qué tan salvaje puede ser una persona cuando pierde a los que ama?

Dany ya no iba sin armar por la Fortaleza Roja. Por las noches, cuando sabía que todos dormían, cuando sabía que su intranquilidad fruto de Harrenhal atacaría, afilaba madera. Las patas de su cama, las que la hogera aún no había comido. El fuego no la dañaba ¿No? Debía usarlo a su favor.

Cinco dagas perdió. Diez estacas ganó.

Esperaba la siguiente mala noticia, al siguiente que quisiera acercarse demasiado. Le clavaría la afilada madera una y otra vez, hasta que el ahogamiento con sangre se sintiera una muerte piadosa en comparación.

Y la amuecada reina madre estaba empujando su suerte cada vez un poco más.

Oh, pero no. No, no, no.

No sería para ella la primera estaca.

No merecía la misericordia de no sufrir la muerte de los que ama.

Esa sería exclusiva para el príncipe de un ojo.

Luego, vendría el que intentó a asesinar a Jace, el que se atrevió a robar un dragón de la casa de su madre, de la casa cuyo apellido su esposo asumiría cuando fuera rey.

Tercero, el usurpador. Helaena no merecía a ese reboltoso animal como marido. Le conseguiría uno mejor, o la defendería de no querer nunca más a un hombre cerca.

Cuarto, el responsable de la muerte de su padre.

Sí, eso haría.

Esa noche, se escabulliría en las habitaciones de sus tíos por pasadizos que ellos parecían desconocer y que ella sabía tal como su propio nombre. Ssus sábanas impolutas estarían teñidas de su propia sangre y lágrimas cuando sus sirvientes los encontraran.

Y ella volaría con sus dragones hacia Rocadragón.

Oh, pero ingenua Daenyra.

Acompaña a Helaena y a sus tres niños a la lectura del cuento diario en la habitación de la reina madre. Y cuando llega, no hay ruido alguno detrás.

Débil.

Débil de vuelta.

Cuando entraron, fue muy tarde para que actuara. La reina Alicent estaba amordazada y atada en el suelo, puro horror en sus ojos cuando vio al par de mujeres entrar. Gesto que, aunque muy temerosa, Daenyra no pudo evitar imitar cuando un hombre tomó a Maelor y otro al gemelo Jahaerys.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora