Capítulo 57 - Lucir tu parte

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"Cuando sorprendí a la reina con semejante vestido, insistió en que lo devolviera al modista para agregarle gamas de verde" explicó Rhaenyra a su niña mientras ayudaba a las sirvientas a acomodar la tela del gran atuendo que había estado pensando por lunas para el evento del siguiente día. "Imaginarás la cara de tu abuela cuando le comenté la idea de que una princesa Velaryon vistiera otra cosa que no fuera tonalidades de azul".

Ante el pensamiento, Dany rio. Hacía varias semanas que todos tenían las emociones a flor de piel, ella más que nadie. Su boda se festejaría para que cientos de miles la vieran en el Gran Septo de Baelor: Desde importantes lores - Como su carismático aliado, Lord Cregan Stark-, formidables caballeros - Como el joven sir Gwayne-, y plebeyos de todo tipo que aguardarían a ver a la muchacha del pueblo a celebrar con ellos.

Veinte días de festejo fueron declarados para todos por igual. Los nobles festejarían dentro de la Fortaleza Roja con festines desproporcionalmente extravagantes y el reto de los habitantes de la capital serían dotados de vinos, frutas y carnes rojas.

"¿Puedes culparme, nieta mía?" intervino Rhaenys desde la comodidad de los sofás azules en su habitación.

Esta era la costumbre ahora. Las mujeres más importantes en su vida se reunirían y la ayudarían con todo tipo de preparaciones para el evento, encargándose desde las flores que llevaría - potenciadas en olor con aceites -, cómo su cabello luciría, hasta los detalles con diamantes y perlas que irían en su velo y vestido.

Baela y Rhaena fueron especial ayuda, principalmente porque las modas de la época eran fáciles de ser pasadas por alto por mujeres mayores a ellas como lo eran Rhaenyra y Rhaenys.

Lo más tierno de todo, sin embargo, fue ver cómo la pequeña Jahaera señalaba disimuladamente a su tía para que su madre la viera, sus ojitos lilas iluminándose como si acabara de ver a la princesa más hermosa de todo el mundo.

"A veces mi abuela es un poco dramática, prima. Debes saber disculparla" molestó Baela a la reina que nunca fue, obteniendo un chasquido de lengua indignado por su parte. Rhaena revoleó los ojos, sonriente. Si alguien estaba acostumbrado a la lengua afilada de su gemela, era ella.

Unos segundos después, la heredera al trono se apartó de su hija para permitirle verse con todo su atuendo terminado.

Lucía verdaderamente preciosa. Rhaenyra debió contener la infinidad de lágrimas que sus ojos querían liberar tras caer en cuenta de que esto era real: su niña era una mujer, y la mujer iba a casarse.

El vestido se ajustaba en el torso de la princesa Velaryon, abrazando su figura con una suavidad increíble. Estaba decorado con un bordado sumamente minucioso, intrincados plateados y cristales de tonalidades azules, y blancas brillaban cuál escamas con la luz que la ventana de la habitación permitía entrar. sobre sus brazos, se deslizaban mangas caídas cortas de un encaje que hacía juego con la tonalidad celeste predominante.

Su falda caía en múltiples capas, cada una más rebelde que la anterior, como si se trataran de olas en movimiento. Se adornaban con pequeños detalles de flores bordadas con hilos del color del mar y perlas - su firma-. Conforme se extendía, el volumen la hacía más prominente, tan sofisticado como una tarde en la playa con oleaje tranquilo.

"Ni yo podría quitarte los ojos de encima con eso. Solo puedo desearle suerte a mi primo" halagó Baela, consiguiendo sacar una risita de la boca de Dany con tanta naturalidad como para el resto de las mujeres.

La imagen era... Daenyra no sabía bien cómo describirla.

No se sentía ella.

No era la mujer que peleó contra cien y asesinó a un tercio. No era la que masacró a seiscientas personas con el fuego de sus dragones. No era quién temía a estar con su prometido por miedo a que terminara herido y que ella lo perdiera.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora