Capítulo 2 - Brazas que nunca prenderán

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Aún cuando Gilly intentaba jugar con ella y sus hermanos, aún cuando se decidieron por escucharla leer cuentos de la antigua Valiria, Daenyra no podía dejar de escuchar los gritos de su madre.

Rhaenyra nunca había tenido partos tranquilos y toda la Fortaleza Roja lo sabia. 

Dany, como la habían apodado Luke tras balbucear su nombre, no podía evitar preocuparse de todas formas. Si bien sabía lo dificil que era el parto, temía que algo fuera de lo normal pasara y eso le costara caro a su madre. 

Creía que, de fallecer, ella no podría amar a su hermanito o hermanita. Ellos la habrían matado al nacer. No creía poder perdonarlos nunca si eso pasara.

Por suerte, no era la única nerviosa. 

Su padre y ser Harwin estaban inquietos. Hubo un momento en el que trató de distraerse de los gemido doloridos de su madre con los pasos rítmicos de los dos hombres. Poco le duró, por supuesto. En un punto comenzaron a caminar a destiempo, irritanto más a la princesa de lo que la calmaba.

Debería haber alguna forma de distracción en aquella habitación. 

"¿Dany?" pregunto Luke. El niño sabía decir cuando su hermana estaba nerviosa. Llámenlo magia o suerte, pero siempre lo sabía. 

Normalmente, miraba a Jace para que él fuera que la ayudara. Ahora, sin embargo, estaba tan inmerso en la historia que el pequeño no pudo sacarlo de su trance imaginativo. Claro, a los dos años se pueden hacer pocas cosas para llamar a alguien si no es tocándolos o habládoles. Y Jace ya lo había callado cuando lo interrumpió veces anteriores que les leyeron. 

Esta sería una tarea que debería que atender él.

El pequeño extendió los brazos hacia su hermana, pidiéndole que lo cargase. No que lo supiera, pero de bebé, el pequeño había tomado la mala costumbre de calmarse solo cuando uno de sus hermanos lo cargase. Ni siquiera su madre sabía cómo había tomado aquella costumbre, pero no tenía caso enfrentarla. Además, era tierno ver los ojitos llorosos de su bebé iluminarse cuando divisava a sus hermanos. 

Dany era su favorita. Jace obviamente se había peleado con ella por eso, pero con el tiempo se acostumbró. 

También era su favorita. 

Enseguida la niña tomó a su hermano y lo acurrucó encima suyo. Imitó el ritmo de su respiración, y pronto sus corazones latieron a la misma velocidad. 

Nadie en los siete reinos podría sentir el amor que Luke sentía por sus hermanos. 

Todos lo sabían. 

Todos menos ellos tres. 

Daenyra intentó volver a escuchar el cuento que Gilly leía, pero su mente la llevó a otro lugar.

Se imaginaba todo lo que pasaría si perdía a una de las personas que más la amaba en el mundo. No podría superarlo: no querría hacerlo. 

Recordó una conversación que habian tenido unas pocas lunas atrás. Rhaenyra acariciaba su creciente vientre mientras caminaba de la mano con su hija por los pasillos de la Fortaleza Roja. Luke estaba enfermo aquel día, y a Dany se le había ocurrido alegrarlo con una rica cena en la cama. Su madre, por supuesto, adoró la idea. Nadie podría mejorar a Lucerys Velaryon como lo hacía ella. Su única condición fue que la dejase ayudar. La niña recién cumplía los cinco, no era prudente dejarla cerca de tantos peligros por su cuenta. 

La heredera al trono había estando descuidando el vínculo con su hija. Con el nacimiento de su segundo varón de ojos y cabello café, los rumores sobre la ilegitimidad de los niños habían recobrado su fuerza. Intentó por semanas mantenrlos a raya, pero eso la llevó a pasar menos tiempo con la pequeña. 

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora