Capítulo 7 - De cenizas, fuego

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*Los diálogos en Valyrio se encuentran con letras inclinadas*

Laenor Velaryon no era una persona muy creyente.

Su madre le había enseñado que en Valyria, los jinetes de dragón le rezaban a las catorce llamas, y que algunos Targaryen aún creían en ellas. De hecho, había aquellos quienes se casaran en la tradición valyria en vez de frente a los ojos de los siete dioses de poniente.

Nunca le interesó saber mucho más del tema que eso. En su vida tenía demasiadas complejidades como para agregar también la preocupación por saber cómo reaccionaría un dios al comportamiento de él, una hormiga entre miles.

En especial cuando sabía cómo reaccionarían ellos de ver su inclinamiento amoroso hacia una dirección no convencional. No necesitaba más miradas de asco sobre su espalda.

Aún así, hubo dos veces en su vida que rogó y rogó a los dioses por un futuro favorecedor. La primera vez fue durante la guerra por los peldaños de piedra. Estaban agotados, con pocos recursos y muchas bajas. El enemigo los superaba en número tres a uno y de todas formas ellos atacarían al amanecer.

Esa noche, antes de dormir, se arodilló con incomodidad en el barro y cerró los ojos. Rezó y rezó, o, bueno, pidió a los dioses por protección, pidió no conocer a la muerte la mañana que seguía, pidió por el fin favorable de esta guerra.

La segunda vez no fue en un campo de batalla para él, pero para su esposa. Cuando los maesters le anunciaron que el bebé se rehusaba a salir y que, si las cosas continuaban así él debería elegir entre a qué corazón permitiría seguir latiendo. Se rehusó a hacerlo. Ignoró cualquier advertencia que los profesionales le hicieran y corrió a ver a Rhaenyra, a ver cómo ayudar a evitar que tal momento decidivo llegase.

En el eco de sus pasos rápidos y desesperados, se oiría una plegaria. Rezó por no tener que elegir porque sabía que salvaría a su sangre antes que a quien no lo era. Pero matar a Rhaenyra como Viserys mató a su madre... no, no podía hacerlo.

Rogó tantas veces que no podía contarlas. Suplicó que cada gramo de su fuerza le fuese dado a su esposa para que pudiera sobrevivir, a su bebé para poder criarlo y verlo crecer.

Ambas veces lo habían escuchado.

Esa noche, lo había despertado una horrible pesadilla. No veía dónde estaba, pero el lugar estaba en ruinas. No que recordara muchos detalles de su entorno, lo único que veía era un cuerpo. El cuerpo de su niña. Ella jadeaba dolorida desconsoladamente, tapando con sus dos manos una herida en su pecho. Se desangraba. El heredero de Driftmark intentó todo para ayudarla, pero nada parecía hacerlo. Su dulce niña perdía sangre demasiado rápido.

Se despertó luego de ver cómo la vida abandonó sus ojos. Estaba envuelto en sudor, lágrimas brotaban de sus ojos. Rhaenyra le había preguntado si estaba bien aún un poco dormida.

Él no dijo nada, solo se vistió con una rapidez descomunal y corrió hasta Pozo Dragón. La imagen de su niña muriendo no abandonaba su cabeza sin importar cuanto intentara. Bruma estaba tan inquieto como él cuando lo vio. Sentía su desesperación, su miedo. Laenor necesitaba saber que su hija estaba bien; Ya inventaría una excusa para justificar su llegada temprano cuando la viera.

Aún era de noche cuando partió hacia las tierras del río.

Ahora, el sol comenzaba a asomarse y con él, traía la horrorosa imagen de un castillo siendo consumido por las llamas.

Harrenhal había sido objeto de la ira de Aegon el conquistador y su dragón, Balerion, más de un siglo atrás. Hoy solo ardía sin autor, ardía por el placer de destruírse así mismo y a los que estaban dentre suyo.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora