Capítulo 49 - Conquista el pasado

126 21 2
                                    

Mamá,

Ni toda la tinta de la capital podría bastar para escribirles cuánto pienso en ustedes, pero no es ese el motivo de este mensaje.
Vaemond Velaryon desea desafiar la línea de sucesión para su propia ambición, llamando al cuestionamiento de la legitimidad de Lucerys y, por extensión, la de mis hermanos.
La mano y la reina lo saben, pero no fueron ellos los que me pidieron que escriba: de hecho, recibirás un cuervo de ellos algunos días después de este mensaje.
Ellos no desean nuestro favor.
Ellos no desean que tengamos posibles aliados.
Es urgente que vuelvan a la capital si es tu decisión la de querer convencer a la corte antes de que sea tarde.
Los vigilaré cuanto pueda: la confianza de la reina aún está en mi favor, eso me ayudará a sobrevivir mientras espero su arribo.
Espero vuelvan, madre, y traigan consigo sangre y fuego.

D. V.

Ni una sola palabra de un cuervo de Daenyra a su madre iría en otro idioma que no fuera Alto Valyrio. Funciono para mantenerse oculta hasta ahora, no veía por qué habría de fallarle un momento tan crítico como este.

No confiaba en los maesters para enviar sus mensajes. Todo lo que sabía de ellos era que eran fiel a la corona, y mientras el rey durmiera, ese lugar era ocupado por la reina regente.

Estaba segura que Alicent confiaba en ella, pero no era estúpida: cualquier comunicación que viniera por parte de Rhaenyra o fuera enviado por la princesa Velaryon, sería revisado en secreto.

Dany se levantó de su escritorio, acercándose a un pequeño rincón de su habitación que pasó por regular en sus primeros días de estancia. Empujó suavemente la pared de piedra, revelando un oscuro y húmedo pasillo.

Secretos de su familia que los libros no escribían, suponía.

Allí, una jaula con un único cuervo.

Lo saco con delicadeza, atando a su pata el rollo de papel en el que había tatuado su mensaje. Y luego de acercarse a su ventana y chequear que no hubiera demasiadas personas debajo, lo liberó.

Vuela rápido, deseó en su cabeza.

———

Dany sentía el suelo sobre sus pies, escuchaba a los hombres a su alrededor.

Pero no los veía.

Contra un oponente, contra dos, contra diez. No había caso en pelear con la princesa si ella siempre saldría ganando.

Sir Erryk había sido asignado para entrenarla - una forma de castigarlo, según Cole-. Fue él el primero en perder, fue él el primero del que el resto se rio. Uno tras uno, sin embargo, sus compañeros se vieron vencidos, y entonces fue él el que gozó el privilegio de la risa.

Habían descubierto, entonces, que era la vista ágil de la chica la que ayudaba en su fluidez de combate. Así que, a pedido de la misma joven, vendaban sus ojos en el entrenamiento.

Serían varios los guardias los que la atacarán hoy. Sir Erryk miraría desde lejos, evaluando a la muchacha en silencio - otro pedido de ella: nadie le gritaría de dónde venían los enemigos en una pelea real, no necesitaba que el hombre lo hiciera-.

Ahí la veían a ella ahora: en el centro de un círculo de diez personas blandiendo espadas de madera - el caballero al menos consiguió convencerla de eso- completamente privada de su sentido de la vista.

La princesa mantenía mantenía una postura firme, alerta a cualquier irregularidad en sus alrededores. Escuchaba al resto de los capa blanca blandir espadas y conversar entre ellos, sentía la humedad en el aire y las vibraciones en el suelo debajo de sus botas.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora