Capítulo 25 - Calma, ternura

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"No me pongas esa cara: tú te empeñaste en malcriarlos" la regañó Rhaenyra.

Su hija había recién cruzado la puerta de la habitación de sus varones más pequeños, Viserys y Aegon. No parecía muy entusiasmada por escuchar tanto alboroto hecho por los niños. Sin embargo, todos los presentes sabían que solo ella era la culpable del berrinche.

La heredera al trono siempre supo que su niña sentía un amor especial por sus hermanos. Jace, siendo mayor que ella, nunca experimentó una relación con la joven como los cuatro menor sí. Él sólo debía pedir a su madre verla y lo haría. Cuando Dany se convirtió en hermano de de más varones, buscaba un encuentro con ellos cada vez. Todo el reino conocía el capricho de Luke con la niña. En Driftmark descubrieron a Joffrey esperando ver a su hermana pacientemente. Ahora, en Rocadragón rogaban que la princesa estuviera cerca para la hora de dormir de los niños que surgieron del matrimonio de la hija del rey y el príncipe canalla.

Al menos dos horas y media llorando estuvieron los príncipes de cabello dorado. No parecían siquiera cansados de tanto gritar. Era sorprendente lo mucho que querían la compañía de su hermana.

"¡No hice nada!" se defendió la princesa Velaryon, alzando las cejas y las manos para demostrar su sorpresa por las palabras de su madre y su inocencia ante tal acusación.

Las sirvientas aún trataban de calmarlos. Sólo tres habían venido a dormirlos. Eran siete ahora.

"Claro que lo hiciste, y lo peor es que te enorgulleces de es- ¡No sonrías así! ¡No es gracioso!" su madre tenía razón. Dany estaba súper orgullosa de la relación que había logrado construír con cada uno de sus hermanos. Sonreía a cada palabra acustaria de su madre, poco intentando ocultarlo.

Se acercó a la mujer para besar su mejilla en forma de saludo a pesar de las constantes protestas que seguían a cada uno de sus pasos.

Ambos niños estaban en manos de las sirvientas, quienes dibujaban caras cansadas luego de tener que lidiar con dos casi bebés llorando por tanto tiempo. Al verla, sus llantos disminuyeron poco a poco, extendiendo ambos sus manos hacia su hermana mientras derramaban las últimas lágrimas por ella.

"Hola, limoncitos" saludó susurrando la niña, una sonrisa tierna dibujada en su rostro.

El apodo había sido idea de Daemon, realmente. Al nacer, los niños carecían del dorado característico de sus padres, sino que sus cabelleras eran de un amarillo... molesto, si se quisiera citar al canalla. No parecía al de la casa Targaryen o los Lannistar. Era llamativo a los ojos, chistoso incluso.

Decir que eran como limones le costó una semana de enojo de Rhaenyra a Daemon. Nunca más llamó a sus niños así... pero no había ninguno de sus hermaos que nos los llamara como tal. Tanto el trío de castaños, la madre de los dragones y el par de gemelas habían adoptado el apodo.

Dany cargó primero a Viserys, el más pequeño de todo el clan, quien casi que era entregado en bandeja de plata por la sirvienta que lo sostenía. Ni bien el principito sintió la calidez y seguridad de los brazos de su hermana, se calmó. Racostó su cabeza sobre el pecho de su hermana, aún respirando con un poco de temblor.

El segundo, Aegon, casi que se tiró encima de la muchacha. Gracias a los reflejos perfeccionados por tanto entrenamiento con Daemon, ella pudo atraparlo. Siendo un poco más grande, el niño entendía a quién veía y sabía qué quería de ella. Por ello, con sus pequeños brazos abrazó el cuello de su hermana y recostó su cabeza entre su cuello y su hombro.

La posibilidad de cargar a ambos se la debía a su padrastro. Él fue el que mejoro su fuerza.

Mientras susurraba palabras dulces a sus hermanos, lanzó una mirada a las sorprendidas sirvientas para pedirles que se retirasen. Las siete obedecieron al instante, yéndose sin hacer ruido alguno.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora