Capítulo 11 - Laberintos de ambición

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Desde que había vuelto, pocas veces se la veía a Daenyra sin sus dragones.

Entrenaban, jugaban, comían e incluso dormían juntos.

Por las mañanas, se los llevaría con ella fuera de la capital, hacia el bosque real. Los dejaría volar y cazar sus propias comidas mientras ella practiaba combate cuerpo a cuerpo con los guardias que habían sido asignados para acompañarla. Los primeros días decidieron unánimamente contenerse; Lastimar a una princesa era un acto de alta traición, especialmente cunado era una niña de ocho recién cumplidos con semanas de inactividad por su herida.

Su convicción no duró más de tres amaneceres. Dany era pequeña y débil en comparación a ellos, pero era ágil, rápida. Lo que le faltaba en fuerza, lo compensaba con reaccones veloces y contraataques precisos. Ninguna dudaba que sir Harwin haya sido su mentor. Sus movimientos, los lugares a los que apuntaba. Veían a su antiguo compañero en ella.

Luego de sus combates cuerpo a cuerpo, Dany practicaría su puntería. Poco sobre sus pies, mucho sobre su yegua en movimiento, Sylys. Era su parte favorita. Instaló junto a los guardias todo tipo de blancos escondidos en ramas altas en los árboles y entre espinas de arbustos. Cabalgaría con sus dragones detrás. Ellos practicarían a esquivar obstáculos mientras Dany disparaba flechas a cualquier blanco que viese.

En esas ocaciones extrañaba su arco. El incendio no sólo le había mostrado un nuevo mundo, pero también sacrificado cosas del suyo. El regalo de Lord Lyonel había sido la cosa más preciada para ella. Era ligero, hermoso, del tamaño justo para ella. Además, los detalles aludidores a su casa materna habían sido hechos con tal detalle, que hoy podía verlo en sus dragones. 

El fallecido Lord le había regalado la oportunidad de sentirse un dragón sin tener uno. Su puntería sería su llama, su arma las alas. Daenyra se había consolaod mil veces usándolo, recodándose que incluso aquel hombre veía en ella algo que no era muy común.

Valentía.

Poco a poco, fue descubriendo distinciones de cada uno de sus dragones. Nightfyre era el más rápido, muchas veces igualaba o superaba el paso de su yegua. Sin embargo, no era tan feroz o grande como si heran sus hermanos. Estos últimos habían aprendido a potenciar la letalidad de las flechas de su madre: prenderían fuego la punta.

Al finalizar, volveria a la Fortaleza Roja con sus tres niños escondidos en su capa. A veces lograba entrarlos y jugaba con ellos en los jardines, aprendido a dar comandos que ellos entendieran y acataran. En otras ocaciones, harían ruidos que los delatasen y serían llevados de vuelta a Pozo Dragón. Ella debería afrontar una lectura moral de su madre y padre, pero un silencio cómplice del rey.

A su regreso, guardaba sus últimas horas de lucidez en la noche para leerle hasta dormir. El favorito de Dany era sobre las batallas en Dorne, incluso si ello le había costado la vida a tantos de sus antepasados, incluída su heroína: Rhaenys.

Ella deseaba poder tener un matrimonio como el que su modelo a seguir tuvo con su hermano Aegon I. Le gustaba pensar que su relación con Jace podía llegar asimilarse un poco a lo que ellos dos tuvieron y no a uno como el de aquel hombre y Visenya. Ninguno había sido feliz en esa unión, pero al menos cumplieron su deber.

A Daenyra Velaryon no le bastaba eso. Quería un compañero, un amigo con quien reír y un hombro en el que llorar.

La había sacado barata, pensó muchas veces. Jacaerys ya era todo eso en su vida. Matrimonio o no, él sería a quién ella elegiría una y otra vez si se la presionara a hacerlo.

Quizá aún era muy jóven para entender que eso era amor.

Por las tardes, su rutina sería mucho más tranquila que por las mañanas. Aprendería bailes de todo tipo, practicaría Alto Valirio y emprolijaría sus habilidades de bordado junto a su tía Helaena - a quien había aprendido a querer- . Era la única niña de su edad, y, a diferencia de sus tíos, no tenía un pelo de crueldad en ella.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora