Capítulo 74 - Espíritu indomable

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No fue fácil escabullir ropaje de plebeyo en la Fortaleza Roja. Nadie que apreciara su cabeza atrevería a hacer algo así bajo las narices del rey, especialmente cuando acababa de perder a su heredero y buscaba cuellos que cortar. 

El dúo Targaryen-Velaryon, aún así, no conocían un desafío que no pudieran superar juntas. Helaena era la reina, nada iba a negársele mientras mantuviera la misma tonalidad dulce de siempre, incluso si su corazón aún se estrujaba por la pérdida de su niño y sus ojos aún rogaban que Maelor no estuviera nunca en su campo de visión. 

La reina verde tenía el título, la autoridad... pero era Daenyra la cabeza detrás de cada decisión. 

Mientras Helaena distraía con pequeñeces a los guardias, eran las mujeres que Dany había salvado la que escabullían ropajes medios gastados a sus aposentos. Fueron las septas que vigilaban los orfanatos las que consiguieron dos caballos para la mujer que tanto cuidó a los niños, incluso embarazada. 

Una única cosa era la que ninguna parecía saber cómo conseguir: los alfileres y las flechas de Dany. 

La armería era un lugar altamente transitado, especialmente en tiempos de guerra. Saber que ahí era donde almacenaban las cuchillas y las flechas que su padre le había obsequiado se había vuelto un gran problema. Especialmente porque, según informantes de la joven princesa, planeaban en fundirlas. Idea del usurpador, regalo para el bastardo rivereño. 

No era opción salir desarmada, ambas mujeres lo sabían. Incluso débil por tanta pérdida, ella seguía siendo Daenyra Velaryon. Madre de dragones, princesa entre las llamas, doncella de la ruina y muchacha del pueblo. Acababa de perder a su hija, a su hermano y a su sobrino. Solo necesitaba sentirse acorralada para sus tres bestias aparecieran. 

Quería ver que intentaran detenerla. 

Por su orden fue que esa noche los plebeyos no transitaran las calles a la hora del lobo. No sabía si el fuego de sus dragones sería necesario, y se rehusaba a ser la causante de una segunda noche carmesí. 

Desembarco del Rey parecía una ciudad fantasma a la segunda noche. 

Por la seguridad de los pequeños Maelor y Jahaera fue que Dany tuvo que robar hierbas de las alcobas de los maesters y mezclarlas con el té de la tarde de los niños. No podía arriesgarse a que lloraran, se asustaran o emitieran palabra alguna preguntando cosas que no podían responder. 

Esa noche, Dany entró a los aposentos de su hermana de no-sangre por las pasadizo de Maegor, el heredero de Aegon completamente dormido en sus brazos. Vestía un pantalón marrón oscuro que le quedaba enorme de cintura y demasiado largo para asegurar que caminase cómoda. No le importó, no cuando encontró la fuerza en los brazos para romper los hilos hasta que le quedase algunos quince centímetros arriba de su tobillo. En cuanto a lo ancho, Helaena había conseguido de vuelta su cinturón. Vacío de dagas, pero aún con sus frascos de vidrio rebosando de aceites, cremas y hierbas secas. Bien, comenzaba a volver a ser ella.

Su camisa era del más desagradable beige, manchada con lo que creía sudor, grasa y... bueno, tampoco deseaba mucho conocer qué líquidos tocaban la tela que la vestía. En sus pies, botas marrones. En su cuello, su capa negra atada. El cabello de ambas mujeres sería fácil de reconocer, especialmente cuando dos pares de ojos violetas eran la que lo acompañaban. Por eso fue que lo ataron en las más ajustadas trenzas, tirando del cuero cabello de ellas como un ciervo de la soga de la trampa que lo atrapó. 

No había palabra que pudieran decirse sin levantar sospecha, así que se limitaron a que su voz fuera únicamente utilizada para dos cosas: Si una necesitaba ayuda o si habían sido descubiertas. Fue solo un asentimiento mutuo lo que necesitó Dany para dejar a su amiga y a la dormida Jahaera meterse al oscuro pasadizo de Maegor. La princesa Velaryon era, de hecho, la que tenía la antorcha y el conocimiento de en dónde doblar para no terminar en la habitación de la reina Alicent o del usurpador, por lo que, luego de cerrar la puerta con el mínimo ruido, fue ella la que se aventuró primero en la oscuridad. 

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora