Capítulo 5 - Viento susurrante

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Hacía ya dos años que Daenyra había llegado a Harrenhal.

Ella era muy feliz donde estaba.

Le había tomado mucho trabajo convencer a su madre que la dejara quedarse un poco más, que quitara aquel límite de las seis lunas. Ella estaba progresando, lo sabía, sir Harwin era testigo de ello, pero si quería convertirse en la mejor, debería alargar su estadía.

Para su suerte, su madre le concedió otras seis.

Tres veces le había rogado más tiempo, tres veces la había convencido.

En gran parte fue porque, cada vez que llegaban cuervos desde la Fortaleza Roja para ella, los contestaba. Rhaenyra estaba orgullosa de la muchacha en la que su hija de convertía. En cada una de sus cartas incluso notaba cómo su lenguaje se refinaba, cómo su letra se volvía más prolija.

Sir Laenor Velaryon nunca escribía: la visitaba en el lomo de Bruma. No anunciaba a nadie, solo lo hacía. Al menos una vez por semana, iba a verla. Se rehusaba a perderse en el recuerdo de su hija, de rehusaba a dejarla crecer sin él.

Traía consigo miles de noticias distintas. Se encargaba de recopilar mucha información y tener muchas aventuras para contárselas todas. A veces llevaba regalos de sus más extraños destinos y a veces solo se recostaba con ella a las afueras de Harrenhal para mirar las nubes en el cielo.

Sin embargo, algo era constante: siempre preguntaba por sus hermanos. Los veía en sus cumpleaños, era verdad, pero para un vínculo tan fuerte como el que ellos tenían, no le era suficiente. No los amaba menos por no verlos, al contrario. Cada segundo que pasaba sin ellos era un segundo que invertía en aprender a pelear, esperando que algún día estuvieran orgullosa de lo que había logrado.

Definitivamente los Strong lo estaban: Su habilidad con el arco era impresionante. Trabajaba duro por que lo sea: todas las mañanas, luego de desayunar junto al Lord y a su heredero, corría al patio de entrenamiento, donde estaba horas y horas practicando.

Su esfuerzo había dado frutos, al final. Su puntería era increíble. Pocos podrían decir que habían visto a Daenyra Velaryon fallar en dar al blanco. Incluso si, en vez de arco y flecha lanzaba dagas.

Cuando estaban en su mano, eran letales. No solo porque habría adquirido fuerza para complementar su puntería y volverse peligrosa de lejos, sino porque también había aprendido a usarla en combate mano a mano.

Sir Harwin le había enseñado a distribuir su peso de forma tal que se volviera una extensión de su brazo. Extensiones, en realidad: Nunca se sintió muy cómoda usando solo una. Si peleaba, pelearía con una daga en cada mano.

En algún momento, había tratado de aprender a usar la espada. Su instructor se negó: no porque el rey lo haya prohibido, pero porque usar dagas era mucho más conveniente para ella. Podría esconderlas en sus botas, en su vestido. Sería mucho más dificil desarmarla por completo de lo que era para una persona que solo sabía usar una espada.

Tenía razón, Daenyra lo sabía, así que el tema nunca volvió a tocarse. Simplemente se enfocó en mejorar su habilidad cuerpo a cuerpo.

En su cumpleaños, Lord Strong la sorpedió con halagos hacia su progreso. Se había vuelta, con sus palabras, "extraordinaria" y, alguien así, merecia sus propias herramientas asesinas. Con eso, puso sobre ella un obsequio especialmente grande envuelto en cuero. Al abrirlo, vislumbró  el más hermoso juego de arco y flechas que ella jamás había visto. El arco estaba hecho de madera de roble oscuro que en las puntas se combinaba con decoraciones de plata, haciendo parecer que los esquinas fueran alas de dragón. Como si fuera poco, sus flechas reemplazaban las puntas clásicas por unas moldeadas para parecer llamas.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora