Capítulo 41 - ¿Qué parte de te necesito no entiendes?

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El paño no tenía el típico olor a lavanda con el que las sirvientas solían lavarla. Olía a romero, menta y vainilla.

Jace hizo lo mejor que pudo con lo que encontró en algunos frascos de vidrio en su baño. Conocía la combinación, él mismo la usaba para asearse. Solía relajarlo de sus tensiones de heredero, traerlo de vuelta a si mismo, así que pensó que le serviría a su prometida.

El camino de vuelta fue un tranquilo, por suerte. El reto fue encontrar en dónde se suponía que ella dormía. Intentó por unos quince minutos pedir ayuda a algún sirviente, pero todos se apartaban de él. No por su bastardía, no esta vez. Porque su hermana, la oh famosa asesina en masacre, estaba sobre sus brazos tan expuesta como nunca lo estuvo.

Todos podían irse a los siete infiernos, por todo lo que le importaba, pero a medida que sus intentos se frustraban, simplemente comenzó a lanzar miradas asesinas a quien fuera que juzgara desde lejos con ojos mal intencionados.

Así se mantuvo hasta llegar a su habitación.

Había entrado, cerrado la puerta con su pie lo mejor que pude, sacado las botas de su hermana, desacomodando sus juviales trenzas largas y quitándole aquella capa manchada de barro en las puntas.

Con los ingredientes que encontró y un poco de agua tibia que le quedó de un té post cena en una tetera, armó la esencia. Quizá no sería tan efectivo como lo era en él, pero al menos debía intentar.

Arrancó un pedazo de tela de una de sus cortinas para hacer de paño, y lo mojó en la tibieza de menta, vainilla y romero. Lo exprimió tanto como pudo al sacarlo de la tetera, dejandolo meramente húmedo.

En ningún momento se paró a quejar por sus manos ensangrentadas o en el pequeño corte que asomaba sobre su ceja por un golpe no esquivado de Aegon. Solo ella estaba en su cabeza ahora.

Solo quería que volviera con él.

Así que se sentó junto al cuerpo recostado de ella y acercó el paño a su frente. Ell se sobresaltó cuando lo vio, pasando de estar recostada a sentada en tan solo dos segundos. Cualquier acercamiento que él estuviera teniendo enseguida se frustró.

"Está bien, está bien. Solo es agua, Dan" aseguró, esperando a que la respiración agitada de la chica bajara lo suficiente como para que volviera a intentar acercarse.

Ni bien sucedió, actuó.

Estuvo algunos minutos calmando a la chica con aquel pedazo de tela y el agua en la tetera. Acariciaba con él su frente, sus mejillas e incluso, con suma delicadeza, sus párpados. No quiso hablar mientras lo hacía, no cuando había poco que pudiera decir para ayudarla.

¿Sería esto su culpa? No tuvo la intención de hacerlo. Solo quería demostrarle que él siempre la defendería, que esta vez era verdad. Aegon salió impune del rey, pero no de su ira.

De acuerdo, no sería el más fuerte o habilidoso como para poder cuidarla tal y como ella podría cuidarlo a él, pero estaba dispuesto a sufrir por el resto de la eternidad si eso significaba que estaría bien.

"Estaba en Harrenhal" comenzó a murmurar ella. "Volvía a... él no era Aegon, era un hombre... andrajoso. Sin lengua. Y tú e-eras" las palabras se le atoraron en la lengua volviendo a pensar en la escena en su mente. La sangre, el miedo, el fuego. Todo te asusta cuando tienes siete, pero lo que la princesa Velaryon sufrió aquella noche no tenía nombre. No para ella, no para nadie. 

"Tú eras yo" susurró ella cuando tuvo el coraje de hacerlo, lágrimas brotando de su rostro sin sollozo alguno para acompañarlas. En su rostro solo había puro horror congelado.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora