Capítulo 9 - Cicatrices de guerra

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"Hola, mi dulce niña" saludó la princesa heredera, lágrimas de alivio brotando de sus ojos. Finalmente su hija volvía a sus brazos. Volvería a escuchar sus risas, a escuchar su protestas, a consolar su llanto. ¡Oh, si había esperado este momento! Cada petición de un poco de tiempo más en Harrenhal, era una nueva herida en su corazón.

No el de la futura reina Targaryen, sino en el de una madre que quería a su niña de vuelta.

Nunca quiso obligarla a volver. Conocía su llanto desesperado por sentirse insuficiente para su apellido, para ella. La única salida que vio de aquel pozo depresivo fue aprender a defenderse, y no había nada de malo en ello. Además, sir Harwin Strong era su tutor, uno de los guerreros más temidos de los siete reinos. 

Pero cuánto había deseado tenerla frente a ella una vez más.

"Eres aún más hermosa de lo que eras la última vez que te vi" la elogió, levantandose de la silla en la que estuvo sentada todas estas horas para poder acariciar aquellas rojas mejilllas.

No esperó ver cómo el horror asomaba por sus ojos, ni cómo su cuerpo de alejó de su tacto torpemente.

Entonces cuando acaba de despertar, no fue un sutil movimiento de mano lo que sintió.

Estaba tratando de poner distancia entre ellas.

Le tenía miedo.

Si los corazones hicieran ruido al partirse, todos en el palacio podrían escuchar cómo del de Rhaenyra re rompía en mil pedazos.

"N-no... no tiene por qué temerme, Dany. No voy a hacerte daño" la tristeza dejaba rastro en su lengua a cada nueva palabra que brotaba. Sin embargo, no hubo caso. Su hija no podía dejar de mirarla como si fuera a lastimarla.

Sus ojos no se apartaban de ella, su cuerpo no parecía poder destensarse. Aún así, poco a poco, le permitió acercarse. No por la cama, negó desesperadamente con la cabeza cuando intentó, sino caminando alrededor de ella hasta alcanzarla.  

Daenyra Velaryon no entendía muy bien lo que estaba pasando. Todo lo que sabía era que, al despertar, una figura estaba a su lado, rozando puntos sensibles en sus muñecas. Esa misma fue la que le sonrió ni bien descubrió su intento desesperado por entender quién era.

Los recuerdos fluyeron por su mente como agua por el río, abrumando cada uno de sus sentidos hasta nublarlos.

Claro que sintió miedo.

Sus oídos no oían las palabras que salían de la boca de aquella persona, sus ojos no enfocaban bien los detalles de la habitación, su piel no reconocía el tacto que sintió en su mano.

No temía a su madre, temía a que ese fuera su agresor. A aquel sin lengua, de pocos dientes y hambre en la quijada.

Por eso su cuerpo estaba tenso, por eso lo frenético de su comportamiento.

"Soy yo, Dany. Soy mamá" le recordó Rhaenyra mientras se acercaba lentamente.

La cordura de Dany había sido enterrada bastante lejos: No había caso en tratar apelar a ella, no ahora. Sin embargo, su razón asomó con timidez, luchando contra el miedo por el control de sus sentidos.

Ganó.

Pronto la pequeña princesa pudo reconocer su habitación: el olor a jazmín en el aire, la madera oscura de su escritorio, los lomos gastados de los libros en su mesa... y la calidez de una hoguera prendida.

El miedo volvió a tomar el control, haciendo que Dany intentase apartarse nuevamente de su madre. Bueno, no de ella, del fuego detrás suyo. De todas formas, no pudo ir muy lejos: Cuando trató de abandonar la comodidad de su cama, un dolor agudo debilitó una de sus piernas.

𝗧𝗥𝗘𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗢𝗡𝗔𝗦 || 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora