Estar solo no tiene nada que ver con cuantas personas hay alrededor
-Richard Yates.El sol se ocultaba lentamente tras los edificios de la ciudad, tiñendo el horizonte con tonos dorados y anaranjados. En un pequeño y acogedor apartamento en el centro, Haël estaba de pie junto a la ventana, observando cómo la luz se desvanecía. La brisa suave de la tarde le acariciaba la piel, y, por un instante, se sintió en paz. Sin embargo, esa paz estaba a punto de ser interrumpida.
Hoy era un día especial: era el cumpleaños de su mejor amigo, Lucas. Habían pasado años desde que sus caminos se separaron, pero siempre había un lugar en su corazón reservado para él. Habían crecido juntos, compartido risas, lágrimas, y habían estado envueltos en un torbellino de locuras y travesuras que, aunque a veces los había llevado por caminos peligrosos, también les había forjado una amistad inquebrantable.
Haël sonrió al recordar los días en los que, a pesar de los peligros y las dificultades, su vida estaba llena de aventuras. En esos días, el mundo parecía ser un lugar donde todo era posible. Recuerdos de robos de bicicletas, peleas en la escuela y trabajos en el club nocturno que su padre había fundado llenaron su mente. Era un pasado lleno de adrenalina, pero también de una complicidad que solo existía entre dos amigos que compartían el mismo fuego en el corazón.
Se volvió hacia la mesa, donde había dispuesto una pequeña celebración: una tarta de chocolate, algunas cervezas y, por supuesto, un regalo cuidadosamente envuelto. Haël había planeado este encuentro durante semanas, y cada detalle le había dado una razón para sonreír. Quería que Lucas recordara lo bueno de su amistad, a pesar de lo que la vida les había arrojado en los últimos años.
Cuando el timbre sonó, el corazón de Haël se aceleró. Abrió la puerta y allí estaba Lucas, con una sonrisa deslumbrante que iluminaba su rostro. A pesar de los años, Lucas seguía teniendo ese aire despreocupado que tanto le había encantado. Había crecido, pero la esencia de su infancia seguía intacta.
—¡Haël! —exclamó Lucas, abrazándolo con fuerza—. No puedo creer que finalmente estés aquí.
—No te he dejado escapar tan fácil, amigo —respondió Haël, riendo mientras se separaban—. ¡Ven, entra! Tengo algo preparado.
Lucas entró, observando el apartamento con curiosidad. Las paredes estaban adornadas con fotografías de momentos pasados: viajes a la playa, cumpleaños celebrados, y esa vez que intentaron escalar una montaña, solo para descubrir que no tenían idea de lo que hacían.
—Wow, ¡qué lugar tan genial tienes! —dijo Lucas, asombrado—. Siempre supe que tenías un buen gusto para el diseño.
—Gracias, pero la verdad es que lo he ido armando poco a poco. ¿Quieres algo de beber?
—Claro, una cerveza estaría bien.
Haël abrió el refrigerador y sacó dos cervezas, mientras Lucas se acomodaba en el sofá. Con una sonrisa cómplice, brindaron.
—Por los viejos tiempos —dijo Haël, mirando a Lucas a los ojos.
—Por los viejos tiempos —replicó Lucas, sintiendo un nudo en la garganta al recordar esos días de locura y libertad.
Después de un sorbo, Lucas se recostó en el sofá y miró a su amigo.
—No puedo creer que estemos aquí. La última vez que nos vimos fue... ¿cuánto hace? ¿Cuatro años?
—Sí, algo así. La vida se nos ha ido metiendo en otras cosas —dijo Haël, sintiéndose un poco nostálgico—. Pero siempre he pensado en ti, hermano.
—Yo también. A veces pienso en lo que hacíamos y no puedo evitar reírme. ¿Recuerdas esa vez que robamos las bicicletas de la tienda?
Ambos estallaron en risas, recordando la travesura. Era un episodio que había ocurrido en su adolescencia, cuando pensaban que eran invencibles.
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NIX.
Teen FictionKatherine siempre había sido el alma de la fiesta, una joven llena de sueños y risas. Pero cuando un extraño, Haël, comienza a seguirla en secreto, su vida da un giro inesperado. Aunque no se conocen, la intensidad de la obsesión de Haël por ella se...