Capítulo 19.

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Katherine se sentó en su mesa habitual de la cafetería del hospital, mirando a través de las ventanas hacia la calle, pero sin ver realmente lo que ocurría más allá del cristal. Era su hora de descanso, y aunque tenía un plato de pasta frente a ella, no sentía el hambre habitual después de un largo turno. Sus pensamientos estaban enredados en la noche anterior, una y otra vez volviendo al mismo punto, a la misma escena.

No podía sacarse a Haël de la cabeza. Lo veía claramente, sentado frente a ella en el restaurante, con esa media sonrisa que parecía conocer todos sus secretos. El vino tinto en su copa reflejaba la tenue luz del lugar, y el simple gesto de él sosteniéndolo con sus largos dedos le había parecido increíblemente sensual. Katherine no estaba acostumbrada a sentirse tan... expuesta, tan consciente de cada detalle, de cada movimiento. Pero con Haël, todo se sentía amplificado.

Se reprochó mentalmente, intentando convencerse de que no era una cita. Era solo una salida con un viejo amigo, alguien con quien tenía historia, sí, pero nada más. Aunque, en el fondo, su corazón no dejaba de latir más rápido cada vez que recordaba la forma en que él la miraba. Era como si Haël pudiera ver más allá de sus palabras, como si supiera exactamente lo que estaba pensando, incluso cuando intentaba no mostrárselo.

Mientras giraba distraídamente el tenedor en la pasta, sus pensamientos seguían en la sonrisa de Haël, en sus ojos oscuros y en cómo había jugado con ella de manera tan sutil, dejándola siempre en el borde de algo que no podía definir. Esa tensión entre ellos, la forma en que él parecía disfrutar de mantenerla en vilo, la hacía sentir vulnerable pero curiosamente viva.

De repente, una voz la sacó de su ensueño.

—¿Katherine? ¿Te importa si me siento aquí? —Era Kevin, su amigo de la facultad, que ahora trabajaba en el mismo hospital.

Katherine levantó la vista, sacudiendo sus pensamientos de la noche anterior. Sonrió, aunque aún un poco desconcertada por la repentina interrupción.

—Oh, claro, Kevin. Siéntate, por favor.

Kevin colocó su bandeja frente a ella y se acomodó en la silla, con su habitual energía despreocupada. Desde que había comenzado a trabajar en el hospital, Katherine y él se habían cruzado más veces de lo que ella había anticipado, pero hasta ahora no habían compartido mucho tiempo juntos fuera del ámbito laboral.

—¿Cómo va tu día? —preguntó él, mientras abría su botella de agua y comenzaba a preparar su almuerzo.

—Bien, ocupado, ya sabes cómo es aquí. —Katherine forzó una sonrisa, intentando parecer presente, pero su mente aún estaba con Haël, recordando cómo él la había observado con esa intensidad que la hacía sentir como si fuera la única persona en el mundo. Volvió a escuchar mentalmente su risa baja y profunda, y sintió un escalofrío recorriéndole la espalda.

—Sí, esta mañana ha sido una locura en urgencias —comentó Kevin mientras comenzaba a comer—Creo que hemos atendido como diez casos de accidentes menores en una hora.

Katherine asintió, pero sus pensamientos se deslizaban de nuevo hacia la imagen de Haël, esta vez recordando el momento en que la había acompañado a su puerta después de la cena. Su proximidad había sido tan desconcertante como adictiva, y había algo en su manera de moverse, en la forma en que la había mirado antes de despedirse, que seguía invadiendo sus sentidos.

Kevin continuaba hablando, pero ella apenas lo escuchaba, sus palabras se mezclaban con el murmullo de la cafetería, desvaneciéndose en el fondo de su mente. Katherine no podía evitarlo: Haël estaba en cada rincón de sus pensamientos, como una sombra persistente, y lo peor de todo era que ella no quería sacarlo de allí.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora