"El sol es débil cuando se eleva primero, y cobra fuerza y coraje a medida que avanza el día."
-Charles Dickens.La noche en la ciudad estaba en silencio. Afuera, solo se escuchaba el ocasional sonido de un coche que pasaba o el distante murmullo del viento. Dentro de su apartamento, Katherine dormía tranquilamente, acurrucada bajo las sábanas. El camisón ligero que llevaba era de un suave tono crema, y su respiración era lenta y constante, como el latido de la noche misma.
Todo parecía en calma. El aire era denso y cálido, envolviéndola en una sensación de seguridad, como si estuviera en el único refugio que tenía en el mundo. Los días habían sido largos en el hospital, y las visitas al cementerio la habían dejado emocionalmente agotada, por lo que el descanso era más que bienvenido.
De repente, una sensación extraña interrumpió su sueño. Algo perturbaba la serenidad de la habitación, algo sutil pero inquietante. Una presencia. Una sensación de que no estaba sola.
Su respiración, hasta ese momento suave y rítmica, se volvió un poco más rápida. Sus párpados comenzaron a moverse, y poco a poco, con lentitud, Katherine fue volviendo al mundo de la vigilia. En su mente, lo que sentía se debatía entre la realidad y los ecos confusos del sueño, hasta que abrió los ojos, sin mover el cuerpo, como si su subconsciente ya supiera que algo no estaba bien.
Lo primero que sintió fue el roce de algo frío cerca de su rostro. Entonces, un par de manos fuertes y rápidas cubrieron su boca, silenciando el grito que empezaba a formarse en su garganta.
Sus ojos se abrieron de golpe, llenos de pánico. El instinto tomó el control, y comenzó a forcejear violentamente bajo el peso del hombre que la tenía inmovilizada. Sus piernas patalearon, tratando de liberarse de la cama, pero las manos que la sujetaban eran firmes, implacables. Apenas podía respirar, su corazón latiendo tan rápido que sentía que iba a estallar.
Con la adrenalina corriendo por su cuerpo, forzó sus ojos a enfocar, tratando de ver quién la había sorprendido en su propio hogar. El miedo se mezclaba con la confusión, hasta que finalmente lo vio.
El rostro en las sombras. Esos ojos intensos, oscuros y familiares.
Haël.
—Tranquila, Kate —susurró él, su voz baja y susurrante, como si la oscuridad misma hablara—Necesito que vengas conmigo.
El tono de su voz era suave, pero su mano seguía firme sobre su boca, impidiéndole cualquier intento de gritar. Katherine dejó de luchar, su cuerpo todavía tenso por el susto. El miedo, sin embargo, no había desaparecido. Aunque ahora sabía quién era, aunque reconocía esos ojos que había visto tantas veces en el pasado, su presencia allí, en su habitación, en mitad de la noche, era como una pesadilla hecha realidad.
¿Haël? ¿Qué demonios hacía allí?
Su respiración seguía agitada bajo la mano de él, pero poco a poco dejó de forcejear. Haël, al notar que ya no luchaba, relajó ligeramente su agarre sobre su boca, permitiéndole respirar más libremente, pero sin apartar la mano por completo.
—Voy a soltar tu boca —le dijo, con ese tono bajo que parecía hecho para no alterar la quietud de la noche—Pero no quiero que grites, ¿entiendes?
Katherine lo miró, sus ojos aún abiertos como platos, tratando de comprender qué estaba ocurriendo. Estaba furiosa, pero también asustada. ¿Por qué estaba allí? ¿Qué quería de ella?
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, asintió lentamente. No tenía muchas opciones. Haël observó su reacción, estudiando cada detalle de su rostro como si buscara cualquier signo de traición, y luego, con cuidado, retiró la mano de su boca.
ESTÁS LEYENDO
NIX.
Teen FictionKatherine siempre había sido el alma de la fiesta, una joven llena de sueños y risas. Pero cuando un extraño, Haël, comienza a seguirla en secreto, su vida da un giro inesperado. Aunque no se conocen, la intensidad de la obsesión de Haël por ella se...