El aire fresco de la mañana envolvía las calles, aún tranquilas a esa hora temprana. Katherine se levantó con energía, lista para su rutina de siempre. Se estiró ligeramente, disfrutando del silencio, y luego se dirigió a la habitación de Lucas. Era su compañero de carreras, y aunque a veces se quejaba de lo temprano que lo despertaba, siempre terminaba acompañándola.
Al abrir la puerta con suavidad, lo vio enredado entre las sábanas junto a Lucía, ambos profundamente dormidos. La habitación estaba en penumbra, con solo un rayo de luz colándose por las cortinas mal cerradas. Katherine se acercó al borde de la cama y sacudió a Lucas suavemente por el hombro.
-Vamos, dormilón -susurró-es hora de correr.
Lucas soltó un gruñido, cubriéndose el rostro con la almohada.
-Ni de broma... mi cabeza va a explotar -murmuró, la voz completamente adormilada.
Katherine se echó a reír, recordando la cantidad de alcohol que ambos habían tomado la noche anterior.
-Te lo dije, Lucas. No más chupitos -le dijo divertida, sacudiéndolo otra vez-Ahora pagas las consecuencias.
-Hazlo por mí, Kath, corre dos veces por los dos -respondió Lucas, su tono entre suplicante y exagerado.
Katherine sonrió y, al mirar a Lucía, notó que ella también estaba profundamente dormida, con su cabello revuelto esparcido sobre la almohada. Era una imagen adorable, pero la resaca de Lucas parecía bastante menos encantadora.
-Lucía tampoco parece dispuesta a rescatarte -dijo en voz baja, conteniendo la risa.
-¿Tú crees? -Lucas apenas levantó la cabeza, abriendo un ojo para verla-Ella me dejó beber todo lo que quise. Sabía lo que hacía.
Katherine soltó una carcajada, disfrutando del sufrimiento matutino de su amigo.
-En fin, parece que hoy me toca sola. ¡Disfruta tu resaca! -dijo, dándole una última palmada en el hombro antes de girarse.
-Corre por mí, campeona -se quejó Lucas con sarcasmo, volviendo a esconderse bajo las sábanas.
Katherine salió de la habitación con una sonrisa en los labios, se ató las zapatillas y salió a la calle. El cielo estaba claro, y el sol apenas asomaba por el horizonte, prometiendo un día cálido. Comenzó a correr, sus pensamientos ya lejos de la casa, sumergiéndose en el ritmo de su respiración y el sonido de sus pies golpeando el pavimento.
Katherine corría con la familiaridad de alguien que había recorrido ese mismo camino cientos de veces, pero hoy algo no estaba bien. El aire, aunque fresco, parecía cargado, y su instinto le decía que algo la observaba. No era paranoia; era la sensación inconfundible de que no estaba sola. Cada vez que pasaba junto a una calle lateral, sus ojos se desplazaban rápidamente, y sus oídos se tensaban ante cualquier sonido extraño. Pero no había nada visible, nada tangible, solo esa sensación inquietante que la hacía acelerar el ritmo de sus pies.
Pasaron los minutos, y mientras sus piernas seguían moviéndose con la cadencia de siempre, la ansiedad seguía aumentando, como si la ciudad misma la estuviera observando. Sus ojos se movían hacia los vehículos estacionados a lo largo de la calle, los pequeños movimientos de las sombras entre los edificios, pero no había nada que justificara el nudo en su estómago. Se forzó a concentrarse en su respiración, en la sensación de sus músculos trabajando en armonía, y en la belleza de la mañana que aún no había sido tocada por el bullicio diario.
De repente, el rugido de un motor interrumpió sus pensamientos. Miró de reojo y vio cómo una furgoneta, una de esas grandes y oscuras, se detuvo junto a ella sin previo aviso. La puerta trasera se abrió de golpe, y sin que pudiera reaccionar, cuatro hombres aparecieron, saltando de la furgoneta con una rapidez que hizo que su corazón latiera más fuerte.
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NIX.
Teen FictionKatherine siempre había sido el alma de la fiesta, una joven llena de sueños y risas. Pero cuando un extraño, Haël, comienza a seguirla en secreto, su vida da un giro inesperado. Aunque no se conocen, la intensidad de la obsesión de Haël por ella se...