"El hombre débil se vuelve fuerte cuando no tiene nada, porque sólo entonces puede sentir la locura de la desesperación."
-Arthur Conan Doyle.La brisa suave de la mañana acariciaba el rostro de Katherine mientras caminaba por las calles de la ciudad. Había decidido salir a hacer algunas compras sola, disfrutando de un raro momento de tranquilidad. El bullicio de su rutina diaria parecía lejano mientras paseaba sin prisa, sus pensamientos vagando entre los escaparates que bordeaban las aceras.
El sol, aún bajo en el horizonte, bañaba las calles con una luz dorada que hacía brillar las hojas de los árboles. A medida que avanzaba, sus pasos la llevaron a una pequeña floristería que no recordaba haber visto antes. Estaba escondida entre dos edificios más grandes, como si quisiera pasar desapercibida, pero las flores que adornaban el exterior eran demasiado hermosas para ignorarlas.
Unas rosas blancas, en particular, captaron su atención. Sus pétalos eran perfectos, casi como si hubieran sido esculpidos con delicadeza. Había algo etéreo en ellas, una pureza que contrastaba con el caos y la rapidez del mundo que la rodeaba. Katherine se detuvo frente al escaparate, inclinándose un poco para verlas mejor. La fragancia suave de las flores la envolvió, y durante un momento, el mundo pareció detenerse.
—Son preciosas, ¿verdad? —una voz suave y cálida la sacó de sus pensamientos.
Katherine se volvió, encontrándose con una anciana de cabellos plateados y ojos llenos de sabiduría y bondad. La mujer llevaba un delantal de flores sobre su vestido y tenía una sonrisa que irradiaba una energía tranquila y reconfortante. Era la dueña de la floristería, y aunque su apariencia frágil podría haber engañado a otros, Katherine pudo sentir una fuerza interna en ella, algo que le resultaba familiar y acogedor.
—Sí, lo son —respondió Katherine, devolviendo la sonrisa con timidez—Me llamaron la atención de inmediato. Las rosas blancas siempre han sido mis favoritas.
La anciana asintió, como si ese detalle confirmara algo que ya sabía.
—Son un símbolo de pureza y nuevos comienzos —dijo la mujer, acercándose a las rosas para acariciar delicadamente uno de los tallos—Siempre me han recordado a la paz, a ese tipo de serenidad que es difícil de encontrar, pero que cuando la encuentras, lo cambia todo.
Katherine la observaba mientras hablaba, sintiendo que había algo más en sus palabras. No eran simplemente rosas, ni una charla ligera sobre flores. La anciana estaba compartiendo algo más profundo, una verdad que Katherine sentía en su pecho, aunque no pudiera explicarlo del todo.
—Pareces una joven con un alma tranquila, aunque tal vez con muchas cosas guardadas —continuó la florista, sus ojos brillando con una complicidad inesperada—No muchas personas se detienen a admirar las flores hoy en día. Siempre están con prisa, corriendo de un lado a otro, sin tiempo para detenerse a mirar lo que realmente importa.
Katherine rió suavemente, sorprendida por la observación tan certera de una mujer a la que acababa de conocer.
—Bueno, creo que últimamente también he estado corriendo por la vida sin detenerme mucho a apreciar lo que me rodea —admitió Katherine—Hoy fue una excepción.
La anciana la miró con ternura, como si entendiera más de lo que Katherine estaba dispuesta a decir.
—A veces necesitamos esos pequeños momentos de pausa para recordarnos lo que somos y lo que queremos —dijo la mujer, haciendo una pausa mientras su mirada se perdía por un instante en las flores—Tú pareces tener muchas preguntas en tu corazón.
Katherine se quedó en silencio, sorprendida por lo mucho que esa mujer podía leer en ella. Había algo en su presencia que le daba la sensación de estar hablando con alguien que la conocía desde hacía mucho tiempo, aunque jamás la hubiera visto antes. La anciana continuó hablando, como si sintiera que era el momento de compartir algo más.
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NIX.
Подростковая литератураKatherine siempre había sido el alma de la fiesta, una joven llena de sueños y risas. Pero cuando un extraño, Haël, comienza a seguirla en secreto, su vida da un giro inesperado. Aunque no se conocen, la intensidad de la obsesión de Haël por ella se...