Capítulo 71.

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El rugido del motor era lo único que rompía el silencio en el coche. Haël conducía con la mirada fija en la carretera, su mandíbula apretada y los ojos enrojecidos por la falta de sueño. Las luces de la ciudad se desvanecían a lo lejos mientras se adentraban en la oscuridad de la noche. Katherine, en el asiento del copiloto, no apartaba los ojos de él.

Haël había cambiado. No era solo el cansancio evidente en su rostro, ni las nuevas cicatrices en sus nudillos llenos de cortes frescos y viejos. Era como si la lucha interna que había llevado todo este tiempo se hubiese vuelto física, como si su cuerpo estuviera al límite. Las sombras bajo sus ojos eran profundas, y su piel más pálida de lo que recordaba. Estaba más delgado, más agotado, pero también más decidido.

Mientras conducía, no parecía notar las heridas o el dolor. Solo había una cosa en su mente: mantener a Katherine a salvo. Pero ahora que la tenía a su lado, parecía como si estuviera conteniendo la respiración desde hacía días, como si no se hubiese permitido el lujo de relajarse hasta que la hubiese encontrado.

Katherine, con el pecho aún apretado por todo lo que habían pasado, no pudo evitar mirarlo más de cerca. Los nudillos de Haël, tensos alrededor del volante, reflejaban las cicatrices de las innumerables peleas que había tenido durante su búsqueda. Cortes recientes y antiguos, entrelazados como un mapa de su dolor y su rabia.

Con Jake tumbado en los asientos traseros, profundamente dormido después de su agotador escape, Katherine sintió una extraña calma que no había experimentado en días. Ahora, mientras la carretera se extendía ante ellos, aprovechó el silencio y la intimidad del momento. Lentamente, estiró su mano hacia la de Haël, que descansaba sobre el volante, su piel cálida a pesar de las heridas.

Al sentir su toque, Haël bajó la mirada por un breve instante. No dijo nada, pero su cuerpo se tensó ligeramente al contacto. Katherine entrelazó sus dedos con los de él, con suavidad, y sin dudarlo, se inclinó hacia él, apoyando su cabeza en su hombro mientras él seguía conduciendo. Fue un movimiento silencioso, un gesto que no necesitaba palabras.

Por un segundo, Haël pareció relajarse, como si el peso de todo lo que había cargado durante días se aligerara al tener a Katherine tan cerca. Soltó un suspiro, uno profundo, como si estuviera liberando toda la tensión que había acumulado. Hasta ese momento, no había permitido que su cuerpo cediera al agotamiento, pero ahora, con ella a su lado, por fin podía respirar.

-Te tengo... -murmuró Haël, casi inaudible, pero Katherine lo escuchó. Su voz sonaba rota, pero llena de una certeza implacable.

Katherine cerró los ojos por un momento, dejándose envolver por esa sensación de seguridad. A pesar de todo el caos que los rodeaba, de las heridas y las cicatrices, de las amenazas que todavía colgaban sobre ellos, en ese instante no había nada más que los dos. Estaban juntos, y eso lo hacía todo soportable.

El camino frente a ellos seguía oscuro, pero ahora ya no les importaba. Estaban huyendo del peligro, sí, pero también se estaban acercando a una nueva oportunidad. Sin decirlo en voz alta, ambos sabían que mientras estuvieran juntos, podrían superar lo que viniera después.

Mientras el coche seguía avanzando por la carretera desierta, Haël mantenía una calma tensa, sus ojos fijos en el horizonte. Cada tanto, lanzaba una mirada rápida al espejo retrovisor, donde Jake seguía tumbado en los asientos traseros. Aunque parecía dormido, la presencia de Jake había empezado a crisparlo desde el momento en que Katherine le había pedido que lo llevaran con ellos. El simple hecho de que ese hombre hubiese estado solo con ella durante días, compartiendo un espacio cerrado, era una espina clavada en su mente. Y aunque Haël no lo decía en voz alta, la tensión estaba allí, latiendo bajo la superficie.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora