Capítulo 14.

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Katherine se miró en el espejo, los rayos de luz del atardecer se filtraban a través de la ventana, iluminando su rostro con un suave resplandor dorado. Era un momento crucial; sabía que la conversación con Haël podría cambiarlo todo. Su corazón latía con fuerza, pero se obligó a mantener la calma.

Tomó un profundo respiro y comenzó a arreglarse. Su cabello, que solía llevar suelto, lo recogió en un elegante moño, dejando caer un par de mechones rebeldes que enmarcaban su rostro. Se puso un vestido azul marino que resaltaba sus ojos, un recordatorio sutil de que no solo tenía que ser fuerte, sino también deslumbrante.

Mientras se aplicaba el lápiz labial, sus pensamientos divagaron hacia lo que diría. Había tanto en juego, y cada palabra contaba. Katherine cerró los ojos por un momento, recordando los días en que todo parecía más simple. Ahora, cada decisión era un juego de estrategia, un paso más hacia lo desconocido.

Sin embargo, en una habitación oscura y fría, Haël observaba cada movimiento de Katherine a través de las cámaras de seguridad que había instalado en su casa. La imagen era nítida, pero el silencio lo rodeaba como un velo pesado. La veía vestirse, su figura elegante y decidida proyectaba una belleza que lo desarmaba.

Un suspiro de frustración escapó de sus labios al contemplarla. Quería acercarse, tocarla, sentir la calidez de su piel, pero sabía que cada acción estaba sometida a su propio juego de sombras. La distancia entre ellos era palpable, una barrera que él había creado. Mientras la observaba, la mezcla de deseo y desesperación se apoderó de él. La amaba, y eso lo angustiaba.

Con cada movimiento de Katherine, su anhelo se intensificaba. Se preguntaba si ella alguna vez sospechaba que estaba allí, vigilándola. Sabía que tenía que mantener su distancia, pero la idea de no poder estar a su lado lo consumía. Era una batalla interna, una lucha entre la razón y el deseo, y en ese momento, se sentía como un espectador de su propia vida.

Katherine arrancó el coche y se encaminó al club. En la radio sonaba "20 de Abril", una melodía nostálgica que le recordaba momentos perdidos, tal vez incluso sueños que nunca se realizarían. ¿Acaso la música se había puesto de acuerdo con su vida? Las letras hablaban de pérdida y anhelos, y su mente se llenó de recuerdos que se entrelazaban con la realidad que estaba a punto de enfrentar.

Al llegar al club, se dio cuenta de que el ambiente era diferente al de un lugar común de ocio. La fachada oscura y austera no ofrecía pistas sobre lo que sucedía en su interior. A medida que cruzaba la entrada, el aire se tornaba pesado, impregnado de un perfume más inquietante que el de cualquier bebida alcohólica. Había un silencio tenso, y los murmullos de conversación se mezclaban con risas nerviosas. No había música ni luces brillantes; la atmósfera era más propia de un teatro oscuro que de un lugar de diversión.

El club de Haël era un lugar que operaba en las sombras, donde la banda que lo regía controlaba el tráfico de drogas y otros asuntos ilegales. Era un punto de encuentro para aquellos que buscaban un respiro de la realidad, pero no era un refugio seguro; más bien, era un campo de batalla donde las alianzas se forjaban y se rompían en un instante. Katherine sentía el peso de la decisión que había tomado al venir aquí; conocía los riesgos, pero no podía retroceder.

Mientras avanzaba, los ojos de los presentes se posaban en ella. La mezcla de admiración y desconfianza era palpable. La mayoría la conocía como la chica del lugar, una especie de leyenda entre los que frecuentaban el club, pero pocos sabían la verdad sobre su conexión con Haël. Era un juego peligroso, y en ese instante, estaba dispuesta a arriesgarlo todo.

Finalmente, llegó a la sala principal. Las luces tenues iluminaban la figura de Haël, quien estaba en la barra, hablando con algunos hombres de aspecto rudo. Su porte era imponente, y a pesar de la tensión en el ambiente, había una calma en él que la intrigaba. Cuando sus miradas se encontraron, una chispa atravesó el aire, un recordatorio de que, a pesar de la distancia y de los secretos, había un vínculo que los unía.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora