"Crees que sabes todas tus posibilidades. Entonces, otras personas llegan a tu vida y de repente hay muchas más."
-David Levithan.El aire frío de la tarde se colaba por el cuello del abrigo de Katherine mientras caminaba de regreso a su casa, en silencio, dejando que la tranquilidad del pueblo y el sonido de sus pasos sobre el pavimento llenaran su mente. La conversación con Kevin había sido agradable, pero al final de todo, no había dejado más que una ligera sensación de incomodidad. Él había sido amable, como siempre, pero había algo en sus ojos, algo en la forma en que la miraba, que la había hecho sentir un leve peso en el pecho. Tal vez era el hecho de que ella sabía que, a pesar de su amistad, Kevin esperaba algo más. Algo que ella no podía darle.
Mientras avanzaba por las calles vacías, no podía evitar pensar en cómo la vida se había vuelto tan complicada en tan poco tiempo. Hace solo un año, todo parecía estar claro. Su trabajo, sus metas, todo seguía un curso lógico y predecible. Pero entonces, como una tormenta que se había formado en silencio, llegó Haël.
Sin quererlo, su mente lo evocó, y esa sensación familiar —una mezcla de inquietud y deseo— se extendió por su cuerpo. Haël era una presencia constante, incluso cuando no estaba cerca. De alguna manera, siempre lograba hacerse sentir, como una sombra que la perseguía, una tensión bajo la superficie de su vida que nunca terminaba de desaparecer. Sus encuentros con él eran intensos, llenos de silencios cargados y miradas que decían mucho más de lo que se permitían verbalizar. Pero desde hacía días, no lo había visto, y por una fracción de segundo, se permitió creer que su mente estaba empezando a despejarse.
Llegó a su edificio, subió las escaleras y sacó las llaves del bolso. El frío se sentía más intenso ahora, pero el movimiento de abrir la puerta la distrajo lo suficiente como para ignorarlo. Cuando entró en su apartamento, todo estaba en silencio, tal y como lo había dejado. Colgó el abrigo en el perchero y se frotó las manos, sintiendo la tibieza del interior comenzar a abrazarla.
El aroma familiar de su casa le dio una bienvenida reconfortante, pero en cuanto dio un par de pasos dentro, algo cambió. Fue un sentimiento casi imperceptible, una ligera alteración en el aire. Se detuvo en medio del pasillo, justo antes de llegar a la sala, y su respiración se hizo más lenta, más controlada. Miró a su alrededor, pero no había nada fuera de lugar. Sin embargo, el ambiente parecía distinto, como si alguien más estuviera allí.
Katherine negó con la cabeza, sacudiendo esa sensación. Había tenido un día largo, y tal vez su cansancio estaba jugando con su mente. Había dejado el apartamento vacío esa mañana, no había motivo para creer que algo había cambiado en su ausencia. No obstante, esa extraña sensación de alerta no desaparecía.
Con un suspiro, decidió ignorarla y se dirigió a su habitación. Mientras cruzaba el umbral, el silencio de la casa se volvió opresivo, y sus pasos resonaron en el suelo de madera como ecos en una habitación vacía. El corazón le dio un pequeño vuelco cuando vio una figura oscura en la esquina de la habitación. Una silueta sentada en el sillón junto a la ventana.
Por un segundo, todo su cuerpo se tensó. El miedo la invadió, haciendo que su respiración se acelerara, pero antes de que pudiese asustarse se moviera o gritara, algo en la forma en que la silueta estaba sentada le resultó familiar. Su mente, en un instante, reconoció la postura relajada, el aura de control. Encendió la luz con manos temblorosas, y el miedo se transformó en sorpresa, y luego en una mezcla de frustración y algo más indefinido cuando vio claramente a la persona que la esperaba.
**Haël**.
Ahí estaba, sentado en su sillón, como si fuera dueño del espacio, como si su presencia no fuera ni remotamente invasiva. Fumaba un cigarrillo, el humo flotando en volutas perezosas que parecían llenarlo todo. Tenía el ceño fruncido, los ojos oscuros fijos en ella con una intensidad fría que hizo que el ambiente, de por sí ya tenso, se volviera asfixiante. Sus dedos jugaban con el cigarrillo, manteniéndolo apenas entre el índice y el pulgar, como si ese simple gesto fuera parte de una coreografía calculada.
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NIX.
Teen FictionKatherine siempre había sido el alma de la fiesta, una joven llena de sueños y risas. Pero cuando un extraño, Haël, comienza a seguirla en secreto, su vida da un giro inesperado. Aunque no se conocen, la intensidad de la obsesión de Haël por ella se...