Capítulo 62.

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La luz del amanecer apenas iluminaba la habitación de Haël, pero su mente ya estaba a mil por hora. Desde hacía una hora, su teléfono no dejaba de sonar, y su pulso se aceleraba con cada intento fallido de contactar a Katherine. La pantalla de su móvil se llenaba de mensajes sin respuesta, y la ansiedad empezaba a apoderarse de él.

-Maldita sea, Katherine... -murmuró para sí, el teléfono en la mano temblando ligeramente. La incertidumbre lo devoraba por dentro.

Habían pasado ya casi dos horas desde que ella salió a correr esa mañana, algo que siempre hacía, y no había vuelto. No era normal. Sabía que no era paranoico, ni celoso, solo preocupado. Ella no había respondido a sus llamadas, y su ausencia comenzaba a parecer más que una simple carrera.

Su mente no dejaba de regresar al momento en el que ella salió de la casa. Había sido una despedida rápida, pero no pensó que sería tan larga. Y cuando la preocupación se apoderaba de él, su mente solo aumentaba el caos. Sabía que algo no estaba bien.

Miró el reloj. No podía esperar más. Se levantó de un salto de la cama y se puso sus pantalones con una rapidez que solo alguien acostumbrado a moverse bajo presión podía tener. Ya no importaba el ruido de la ciudad, ni el frío en la calle. Lo único que importaba era que Katherine no respondía, y cada segundo que pasaba aumentaba su angustia.

Se giró hacia la puerta de la habitación de Lucas, que aún permanecía cerrada. Sin pensarlo, la abrió con un golpe suave. Lucas se encontraba allí, profundamente dormido, con una expresión relajada en su rostro. Lucía completamente ajeno a la tensión que crecía fuera de esas cuatro paredes.

-Lucas... -murmuró, agitando el hombro de su amigo. -Lucas, despierta. Es importante.

Lucas se removió entre las sábanas, murmurando algo ininteligible, y se giró hacia el otro lado, tan despreocupado que pareció como si no hubiera escuchado la urgencia en la voz de Haël.

-Lucas, despierta. Es serio -dijo esta vez con más fuerza, agitándolo con un poco más de rudeza.

El chico se incorporó lentamente, con los ojos entreabiertos, la cabeza algo adormecida. Había pasado una mala noche, o al menos eso era evidente por las ojeras marcadas bajo sus ojos.

-¿Qué pasa, Haël? -preguntó Lucas con voz somnolienta, levantando la vista hacia su amigo, entrecerrando los ojos.

Haël no se detuvo a considerar si Lucas estaba completamente despierto o no. El nerviosismo lo invadía por completo, y su mente se llenaba de imágenes de lo peor. Sintió un nudo en el estómago.

-Katherine no responde... lleva dos horas fuera, y no contesta el teléfono. No sé dónde está. -Su voz sonó más dura de lo que pretendía, la preocupación pesando en cada palabra. -Tenemos que encontrarla.

Lucas se sentó en la cama, frotándose los ojos, y aunque al principio parecía estar confundido por la repentina alarma de Haël, algo en el tono de su voz lo hizo despertar por completo. Su mente se despejó en un instante, y su mirada pasó de somnolienta a alerta.

-¿Qué? -dijo Lucas, ahora más despierto, mirando a Haël con los ojos muy abiertos. -¿Katherine no ha vuelto?

-No. Y no responde. -Haël respiró hondo, volviendo a mirar su teléfono, que seguía vibrando sin parar. Su ansiedad se estaba convirtiendo en desesperación. -Tenemos que ir a buscarla.

Lucas se levantó de la cama rápidamente, ya más centrado, y se movió para ponerse una camiseta. Sin palabras de más, ambos se dirigieron a la salida, el mismo sentimiento de preocupación apoderándose de ellos.

El aire fresco de la mañana chocó con sus rostros cuando salieron a la calle, el sol apenas asomando en el horizonte. Haël, con la preocupación dibujada en cada línea de su rostro, caminaba al frente, seguido de cerca por Lucas, que ya sabía por dónde buscar. El recorrido que Katherine solía seguir cuando salía a correr era algo que ambos conocían bien. Lo habían hecho juntos en varias ocasiones, y Lucas, más familiarizado con las rutas del barrio, era el primero en tomar la delantera.

-Si no ha vuelto, probablemente siga este camino -dijo Lucas, señalando la dirección que Katherine tomaba habitualmente. Su tono era firme, pero su cara mostraba una creciente preocupación.

Ambos se movían rápidamente, con Haël observando cada esquina, cada calle lateral con creciente inquietud. A cada minuto, la ansiedad de Haël aumentaba. No podían perder tiempo, pero los segundos que pasaban sin noticias de ella se sentían como horas.

El primero en notarlo fue Lucas. Detuvo su marcha de golpe, su mirada fija en algo en el suelo. Haël casi choca con él, pero en cuanto siguió la dirección de su mirada, su estómago se revolvió.

Manchas de sangre. No eran grandes, pero estaban allí, a lo largo de la acera, como un rastro olvidado, como si algo hubiera sido arrastrado por la fuerza de los hechos.

-Es sangre... -Lucas susurró, con una expresión de horror en su rostro. Sus ojos se encontraron con los de Haël, y ambos entendieron la gravedad de la situación.

-Katherine... -la voz de Haël salió como un susurro quebrado, pero no hubo tiempo para dudar. El rastro no era largo. Había algo más en la calle, algo que no encajaba. La furgoneta. Había marcas de ruedas en el suelo, las huellas eran frescas, y la dirección de las ruedas parecía seguir el mismo camino que la sangre.

-¡Es esta dirección! -gritó Haël, su voz teñida de desesperación. Sin pensarlo, se lanzó a correr, con Lucas justo detrás de él, ambos siguiendo el rastro de las huellas de la furgoneta que marcaban el asfalto.

El sonido de sus pasos resonaba en la calle vacía, y la tensión era palpable entre ellos. Los dos hombres corrían tan rápido como podían, sin importarle el frío ni el cansancio, mientras las huellas de la furgoneta los guiaban cada vez más lejos de su barrio. La adrenalina bombeaba con fuerza por sus venas, pero no había ni un segundo para pensar en la fatiga.

De repente, a lo lejos, el perfil de la furgoneta apareció, oscura, volcada en el arcén. El impacto fue brutal, y el vehículo se encontraba en una posición irregular, con las ruedas hacia el aire. Haël no pudo evitar la sensación de que el mundo se detuvo un momento, pero su instinto le dijo que no lo hiciera. Corrió con más fuerza, su pecho subiendo y bajando rápidamente, los músculos tensos por la ansiedad.

-¡Katherine! -gritó, ya demasiado cerca del vehículo. La sangre que salía de la furgoneta era visible desde su posición. No había sido un simple accidente, eso estaba claro.

Lucas lo seguía, igual de preocupado, su mirada fija en el desastre que tenía frente a ellos. Pero fue Haël el que se adelantó, corriendo directamente hacia la furgoneta, su mente llena de una mezcla de rabia y terror.

Cuando llegó a la puerta trasera de la furgoneta, la abrió de golpe, y lo que vio lo dejó paralizado por un segundo. El conductor, un hombre de complexión robusta, yacía inmóvil en el asiento del conductor, su rostro pálido, cubierto de sangre. La escena era dantesca.

El impacto había sido violento, la sangre manchaba el interior del vehículo, y el cuerpo del conductor estaba doblado en una posición imposible. No era solo un accidente: había algo más detrás. Y, aunque el cadáver del conductor no era lo que le importaba en ese momento, su presencia solo añadía más horror a la escena.

-¡Katherine! -gritó de nuevo, esta vez más fuerte, su voz temblorosa mientras recorría el interior de la furgoneta con la mirada. No la veía.

Lucas llegó a su lado, su expresión también sombría, pero sus ojos recorrían la furgoneta en busca de pistas.

-¡Haél, mira! -dijo Lucas, señalando el suelo del vehículo. Había manchas de sangre más frescas en el suelo, y una sombra de algo que había sido arrastrado por la fuerza.

Haël se agachó, su corazón latiendo a mil por hora. La sangre que había en el suelo no era solo del conductor, había más... y eso significaba algo.

-Katherine... -susurró, mientras su mente empezaba a girar en espiral. Ella había estado ahí. Había estado allí y algo había salido terriblemente mal.

La furgoneta, el cadáver del conductor, y las manchas de sangre eran como una pesadilla que no paraba de hacerse más real. Haël, con el pánico creciendo en su pecho, miró a Lucas, y con voz entrecortada, dijo:

-Tenemos que encontrarla... rápido.

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