Capítulo 36.

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Katherine empujó las puertas de la comisaría con tanta fuerza que resonaron al cerrarse detrás de ella. La rabia y la preocupación se mezclaban en su pecho, creando una tormenta que amenazaba con desbordarla. Apenas había estacionado su coche cuando se dirigió de inmediato al mostrador principal, ignorando las miradas de los oficiales a su alrededor.

—Estoy aquí por Haël Blackwood —dijo con voz firme, aunque su corazón latía con fuerza bajo la superficie calmada que intentaba proyectar—Quiero sacarlo ahora.

El oficial tras el mostrador, un hombre mayor con expresión endurecida, levantó la vista de su papeleo. Sin ningún rastro de prisa, revisó los papeles que tenía delante.

—Blackwood, ¿eh? —murmuró mientras repasaba una lista—Está detenido por conducción temeraria y resistencia a la autoridad.

Katherine soltó un suspiro tenso. Sabía que Haël había sido imprudente, pero no esperaba más que un par de horas encerrado y una multa. Se acercó más al mostrador, intentando mantener la calma.

—Lo sé. Pero quiero pagar la fianza. ¿Cuánto es? —preguntó, buscando cerrar ese capítulo de la manera más rápida posible.

El oficial la miró con una expresión de ligera molestia antes de entrecerrar los ojos.

—Eso no va a ser tan fácil, señorita. —Su tono era seco, casi condescendiente—Han interpuesto una demanda formal contra él.

Katherine frunció el ceño, la confusión rápidamente dando paso a la irritación.

—¿Una demanda? —repitió, casi sin creérselo—¿Quién diablos ha puesto una demanda?

—No puedo compartir esa información —respondió el oficial con tono cortante, levantando una ceja como si estuviera disfrutando de la situación.

La paciencia de Katherine se desmoronaba rápidamente. Sentía el calor subir por su cuello, y sus puños se apretaron sobre el mostrador. Se inclinó hacia el policía, manteniendo la mirada fija en él.

—Escúchame bien —dijo, su voz baja pero cargada de veneno—He venido aquí para sacarlo, y lo voy a hacer. Así que más te vale decirme quién lo ha denunciado, o llamaré a un abogado que lo haga por ti.

El oficial la observó en silencio por unos segundos, como evaluando hasta dónde estaba dispuesta a llegar. Finalmente, con un suspiro resignado, revisó un par de documentos en la carpeta delante de él.

—Está bien, pero no va a gustarte —dijo, antes de mirarla directamente—La denuncia la interpuso un tal Kevin Aldridge.

El nombre cayó como un peso muerto en el estómago de Katherine. Su respiración se cortó por un momento, y la incredulidad la golpeó con fuerza. Kevin. No podía ser cierto.

—¿Kevin? —repitió, con los ojos entrecerrados, como si el solo hecho de decir su nombre le hiciera daño—¿Por qué él...?

El oficial se encogió de hombros, indiferente.

—No me corresponde a mí saber los motivos, señorita. Solo sé que se ha formalizado la demanda, y hasta que eso se resuelva, su amigo va a quedarse aquí un buen rato.

Katherine dio un paso atrás, su mente girando a toda velocidad. Kevin. Todo esto tenía que ser personal, no había otra explicación. Sabía que él no soportaba a Haël, pero interponer una demanda era un nivel de venganza que nunca hubiera esperado, incluso de alguien como él.

—¿Dónde está Haël? —preguntó en voz baja, aunque su tono era frío y cortante, sin intención de pedir permiso.

El oficial hizo un gesto vago hacia el pasillo que llevaba a las celdas.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora