Capítulo 31.

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La luz de las farolas titilaba débilmente en la calle desierta frente al hospital. El aire era frío y cortante, propio de una noche de otoño que prometía la llegada de un invierno implacable. Haël, apoyado contra la pared de ladrillos junto a la entrada, encendió un cigarro con calma, disfrutando del silencio momentáneo. El humo subió lentamente hacia el cielo, disolviéndose en la oscuridad. Sus ojos, siempre atentos, escaneaban los alrededores de manera relajada pero precisa. Todo estaba bajo control, o al menos así lo sentía. Katherine estaba dentro, terminando su turno, y él esperaba pacientemente, sin prisa.

La puerta del hospital se abrió con un suave chirrido y Haël reconoció de inmediato la silueta que salió. Kevin. El joven doctor, con su bata blanca aún puesta y la tensión visible en sus hombros, había terminado su turno. Su expresión, sin embargo, no era la de alguien que acababa de dejar atrás un día largo de trabajo. No, la expresión de Kevin era una mezcla de rabia contenida y desafío. Su mirada se clavó directamente en Haël, y en un instante, Haël supo que esa noche no sería tranquila.

Kevin caminó hacia él con pasos rápidos, su rostro marcado por una mezcla de cansancio y furia. No era la primera vez que lo veía, pero la tensión entre ellos nunca había sido tan palpable como ahora. Kevin siempre había sido una presencia incómoda, alguien que intentaba interponerse entre él y Katherine, pero hasta ese momento, había mantenido las distancias. Sin embargo, hoy, algo había cambiado.

—¿Qué demonios haces aquí? —espetó Kevin, parándose a unos metros de Haël.

Haël no respondió de inmediato. Llevó el cigarro a sus labios y dio una larga calada, dejando que el humo saliera despacio, sin inmutarse. Su rostro seguía tan frío e impenetrable como siempre, pero sus ojos se clavaron en los de Kevin, evaluando cada uno de sus movimientos.

—No es asunto suyo, doc —respondió Haël finalmente, su tono tan afilado como tranquilo.

Kevin apretó los dientes, la rabia chispeando en su mirada. Dio un paso más hacia él, cerrando la distancia entre los dos, lo suficiente como para que Haël pudiera oler la mezcla de desinfectante y sudor que desprendía después de su largo turno.

—Katherine no necesita a alguien como tú cerca. Ni en su vida, ni fuera de este hospital —gruñó Kevin, cada palabra cargada de veneno—Ya es suficiente con que estés arruinando todo a su alrededor. Déjala en paz.

Haël se quedó inmóvil, su cuerpo relajado como si las palabras de Kevin rebotaran en una pared invisible que había construido a su alrededor. El cigarro aún colgaba entre sus dedos, como si ni siquiera valiera la pena reaccionar. Pero por dentro, algo empezaba a encenderse lentamente, como una chispa en la oscuridad.

—Tú no decides lo que necesita Katherine —dijo Haël, su tono más bajo ahora, pero peligrosamente contenido—Y te aconsejo que no sigas empujando, porque no te gustará lo que vas a encontrar.

Kevin soltó una risa amarga y sarcástica, dando un paso más cerca, empujando su pecho contra el de Haël, en un claro intento de provocarlo.

—¿Qué vas a hacer? ¿Golpearme? —se burló Kevin, levantando el mentón—¿Eso es lo único que sabes hacer, verdad? Eres una sombra en la vida de Katherine, Haël. Solo le traerás problemas.

Haël mantenía la mirada fija en Kevin, sus ojos oscuros brillando con un frío calculador, pero sin dejar que la ira se reflejara en su rostro. Kevin continuaba hablando, una letanía de insultos y acusaciones, como si con cada palabra intentara desmoronar la máscara de autocontrol que Haël llevaba puesta. Pero lo que Kevin no entendía era que Haël no era alguien fácil de desequilibrar. Años de enfrentamientos mucho más duros lo habían preparado para momentos como este.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora