Capítulo 35.

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El sol apenas asomaba en el horizonte cuando Lucas irrumpió en la habitación de Haël con la energía de un huracán. Sin molestarse en tocar la puerta, se lanzó de un salto sobre la cama desordenada, aplastando el colchón bajo su peso y hundiendo a Haël en las sábanas.

—¡Buenos días, durmiente! —exclamó Lucas con una sonrisa maliciosa, dándole un suave puñetazo en el hombro—¿Qué, otra noche soñando con Kate?

Haël gruñó, medio cubriéndose el rostro con una almohada mientras intentaba dar una patada en dirección a Lucas, pero falló miserablemente.

—¿Por qué sigues respirando en mi espacio, Lucas? —murmuró Haël con la voz ronca por el sueño—¿Es que no tienes una vida propia?

Lucas se dejó caer a su lado, colocando las manos detrás de la cabeza como si fuera el dueño del lugar.

—Por supuesto que tengo una vida. Es solo que verte sufrir me da entretenimiento gratis —bromeó, inclinándose hacia Haël—Además, tú eres el que vive con un pie en la tragedia y el otro en la comedia romántica. Alguien tiene que disfrutar el espectáculo.

Haël lo fulminó con la mirada, pero Lucas solo soltó una carcajada.

Haël se incorporó con dificultad, frotándose la cara como si quisiera sacudirse el sueño y la frustración en un solo movimiento. Lucas seguía tumbado junto a él, relajado como si la cama fuera suya.

—Deberías pedir cita para tu terapia, porque eso de disfrutar con mi miseria no es muy normal —gruñó Haël mientras se levantaba y caminaba descalzo hacia la ventana. El aire fresco de la mañana se colaba por las rendijas, despejándole un poco.

—No necesito terapia —replicó Lucas con una risa ligera—Tú me provees todo lo que necesito. Es fascinante verte intentar no volverte loco por Kate. Aunque claro, lo haces bastante mal.

—¿Ah, sí? —Haël se volvió, apoyando un brazo en el marco de la ventana—¿Y qué tan bien te iría a ti, oh maestro del autocontrol, si estuvieras en mi lugar?

Lucas puso cara de pensativo, exagerando el gesto. Luego, con una sonrisa burlona, dijo:

—Si fuera yo, ya habría pasado de los juegos y habría hecho algo. Tú, en cambio, llevas semanas comportándote como un adolescente enamorado y asustado al mismo tiempo. ¿Un par de besitos, en serio?Solo falta que empieces a escribirle cartas cursis.

Haël rodó los ojos.

—No es tan simple. No puedes entenderlo.

—¡Claro que lo entiendo! —Lucas se incorporó de un salto—El peligro, el riesgo... toda esa basura que te impide hacer lo que quieres. Pero, amigo, si sigues así, vas a terminar más frustrado que nunca. Tienes que hacer algo, lo que sea. Si no, te vas a consumir.

Haël lo miró en silencio por un momento. Sabía que Lucas tenía razón, pero algo dentro de él le impedía actuar. No era solo el riesgo, ni siquiera el peligro que Kate representaba para su vida. Era más profundo, más oscuro. Como si, al estar con ella, estuviera entregando una parte de sí mismo que no estaba seguro de poder recuperar.

—No es tan fácil, Lucas —repitió con voz grave.

Lucas lo miró un instante, como si de pronto comprendiera la magnitud de lo que Haël no decía. Luego suspiró y, con un gesto menos burlón, se acercó.

—Mira, lo único que te digo es que no dejes que esto te devore. Porque lo hará. Y yo no quiero tener que despertarte todos los días solo para recordarte que sigues vivo.

Haël soltó una risa amarga, pero asintió ligeramente.

—Gracias... supongo.

Lucas sonrió, dándole una palmada en la espalda antes de dirigirse a la puerta.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora