Capítulo 85.

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El sonido de la lluvia golpeando contra las ventanas parecía envolver la habitación, el viento silbaba entre los árboles afuera, pero nada de eso llegaba a Haël. Estaba atrapado en un lugar mucho más oscuro y claustrofóbico, uno que no le permitía escapar ni aunque lo intentara con todas sus fuerzas. En su sueño, el aire era denso, sofocante, cargado de una tensión que lo aplastaba desde el pecho. Y entonces lo escuchó: la risa cruel y áspera de Carlos, su padre, resonando en la penumbra.

La figura de Carlos se alzaba frente a él, más imponente y aterradora de lo que jamás había sido. Su silueta estaba apenas iluminada por una luz tenue que venía de algún lugar que Haël no podía identificar, pero no hacía falta verla con claridad para reconocerlo. El simple sonido de su voz, esa mezcla de desdén y desprecio, era suficiente para que la sangre de Haël se helara.

-Eres una mierda, Haël -las palabras cayeron como puñaladas directas a su estómago, igual que lo hacían cuando era un niño indefenso frente a su padre-Nunca vas a ser nadie, nunca fuiste nadie. No sirves para nada, ¿me oyes?

Carlos se acercaba, cada paso resonaba en la cabeza de Haël como el eco de un martillazo, y con cada uno de ellos, Haël sentía cómo su cuerpo se tensaba, preparado para el golpe que sabía que vendría, aunque nunca estuviera listo para él. En sus sueños, todo era más intenso, más doloroso, como si su mente recreara a la perfección cada insulto, cada golpe que había sufrido en su juventud. Y ahora, de adulto, se sentía igual de indefenso frente a la sombra de su padre.

-¿De verdad creíste que podrías tener algo bueno en tu vida? -Carlos escupía las palabras, su voz impregnada de ese odio que Haël conocía tan bien-Katherine... ¿Cómo puedes siquiera pensar que te mereces algo como eso? Ella no es para ti, jamás lo será. No te engañes, Haël. Gente como tú no merece nada bueno.

Las palabras perforaban su mente como dagas, y aunque Haël sabía que esto no era real, su corazón latía desbocado, como si fuera el niño de diez años otra vez, mirando impotente cómo su padre lo destrozaba con su mirada, con sus manos, con sus palabras. En la pesadilla, Carlos daba un paso más cerca, y antes de que pudiera reaccionar, el golpe llegó, un puñetazo directo a su rostro que lo hizo tambalearse hacia atrás.

El dolor era real, lo sentía tan vívidamente que casi podía saborear el hierro en su boca. Carlos lo miraba desde arriba, una mueca de disgusto en su rostro mientras lo observaba desplomarse.

-Mírate -se burló, inclinándose sobre él-no eres más que un pedazo de basura. Nunca fuiste lo suficientemente bueno para Katherine. Y ella lo sabe, siempre lo supo. ¿De verdad piensas que alguien como ella querría estar con alguien como tú?

Haël quiso gritar, defenderse, pero las palabras no salían de su boca. Su garganta se cerraba, su cuerpo no respondía, atrapado en la impotencia de esa escena que se repetía una y otra vez en sus pesadillas. Carlos se acercó más, agachándose hasta que su rostro quedó a la altura de Haël, el aliento de alcohol impregnaba el aire entre ellos.

-Tú no mereces a nadie, Haël. Mucho menos a ella. Vas a terminar solo, porque eso es lo que te mereces. Nadie va a querer a alguien como tú. Ni siquiera Katherine, por mucho que te ilusiones. Eres un fracaso, igual que lo fui yo.

Haël sintió una ola de pánico y desesperación envolverlo, el peso de esas palabras aplastándolo, mientras intentaba moverse, hacer algo, cualquier cosa para escapar de esa prisión mental. Pero Carlos siempre fue más fuerte, más rápido, y en el sueño, esa diferencia de poder se hacía aún más evidente.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora