Capítulo 98.

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Katherine se encontraba de pie frente al espejo, en una habitación que aunque decente, tenía un aire gélido que calaba en los huesos. Las paredes estaban pintadas de un gris tenue, y una lámpara parpadeante iluminaba débilmente el espacio. A pesar de que el lugar era simple, había un orden meticuloso en cómo estaba organizado, como si cada objeto tuviera su lugar, reflejando la naturaleza controladora de Carlos.

Miró su reflejo, notando cómo su piel estaba marcada con moretones y golpes, recuerdos visibles de las peleas y de las enseñanzas que había recibido en las últimas semanas. Las marcas recorrían su cuerpo de cuello para abajo, cada una contándole una historia de resistencia, dolor y sumisión. Sin embargo, lo que más la inquietaba era que sus ojos, que alguna vez habían brillado con vida, ahora reflejaban una fría indiferencia.

"Zmeya," se decía a sí misma, el apodo que Carlos y sus hombres le habían impuesto, el significado de "serpiente" resonaba en su mente. Era una etiqueta que había empezado a aceptar, como una forma de despojarse de la persona que había sido antes. Esa Katherine había sido débil, vulnerable. La Zmeya que estaba frente al espejo, sin embargo, había aprendido a sobrevivir. Cada golpe, cada orden cumplida, la había hecho más fuerte en un sentido perverso, pero había dejado a su antiguo yo en el olvido.

Mientras se vestía, su mente vagaba hacia las noches interminables de entrenamiento, de peleas impuestas por Carlos para probar su resistencia y lealtad. Al principio, había luchado con todo su ser, tratando de recordar quién era. Pero a medida que pasaban los días, había comprendido que cada resistencia, cada desafío, solo traía más dolor. Así que había dejado de luchar, no por rendición, sino por supervivencia. Obedecer se había convertido en una forma de mantenerse viva, de mantener la esperanza de que algún día, tal vez, podría escapar.

Se puso una blusa de manga larga que cubría la mayor parte de sus marcas y un pantalón ajustado que le permitía moverse con facilidad. Miró nuevamente al espejo, ajustando su cabello, tratando de dar la impresión de control y calma. En el fondo, sabía que esa fachada era solo una ilusión, pero era la única manera de seguir adelante.

El sonido de pasos resonó fuera de la habitación, y su corazón se aceleró. Sabía que Carlos o uno de sus hombres vendría a buscarla. La anticipación se mezclaba con un miedo familiar, pero Katherine lo enfrentaba con la resignación de alguien que había aprendido a vivir en un mundo donde el peligro era una constante.

Cuando la puerta se abrió, Carlos apareció en el umbral, su figura alta y dominante proyectando una sombra en la entrada. Su mirada evaluativa recorrió a Katherine de arriba abajo, como si estuviera comprobando que su inversión en ella no hubiera sido en vano.

-Es hora de que demuestres lo que has aprendido, Zmeya -dijo Carlos con una sonrisa sutil, casi como si se enorgulleciera de su creación.

Katherine asintió, sintiendo que el miedo se apoderaba de ella, pero también una extraña sensación de desafío. Había un fuego que había comenzado a arder dentro de ella, un deseo de rebelarse que se escondía bajo la superficie, esperando el momento adecuado para liberarse. Sin embargo, por ahora, solo podía obedecer.

-Sí, Carlos -respondió con una voz tranquila, intentando que su tono no delatara el tumulto interno.

Carlos la miró con una expresión que mezclaba aprobación y expectativa. Se dio la vuelta y caminó hacia la puerta, gesticulando para que lo siguiera.

-Hoy tienes una misión. Necesitamos que te integres más con mis hombres. Haz lo que se te diga y no causes problemas.

Katherine asintió, sabiendo que la misión era parte de su entrenamiento y de su rol en el mundo que Carlos había creado. A medida que caminaban por el pasillo, ella se mantuvo detrás de él, observando cómo los hombres la miraban con interés. Algunos la reconocían como Zmeya, y otros, con miradas lascivas, hacían comentarios que ella trataba de ignorar.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora