Capítulo 3.

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"Los hombres me han llamado loco; pero la pregunta aún no está resuelta, si la locura es o no es la inteligencia más elevada."
-Edgar Allan Poe.

Katherine respiraba hondo mientras observaba el tráfico desde la ventana de su apartamento, una pequeña gota de sudor resbalando por su frente a pesar del fresco de la mañana. Desde que había llegado la noticia, sentía que no podía relajarse, como si cada rincón de la ciudad ahora estuviera cargado de peligro. Habían pasado solo un par de días desde que supo que Haël estaba de vuelta, y en ese tiempo había hecho todo lo posible por evitar cualquier contacto o siquiera atisbo de su presencia. Salir de casa ya era suficiente desafío, pero ahora tenía que planear su día como si fuera una estratega militar en medio de una guerra.

Miró el reloj. Tenía diez minutos para salir si no quería llegar tarde al hospital. Su respiración se aceleró. Había elegido conscientemente esta hora exacta, sabiendo que Haël solía evitar las mañanas tempranas. Un recuerdo de él bostezando, despreocupado, durante una caminata temprana cruzó su mente, y se apresuró a apartarlo.

Cogió su abrigo y su bolso, cerrando la puerta con un clic que resonó en el pasillo vacío. Había calculado la ruta más segura, una que la mantendría alejada de las zonas más transitadas y, con suerte, de cualquier posible encuentro con Haël. Sabía que él prefería las grandes avenidas, siempre había sido amante del bullicio y la gente, lo que la forzaba a moverse por calles secundarias, enrevesadas, casi laberínticas. Desde que regresó, Katherine sentía que su ciudad natal había mutado, transformándose en una trampa llena de esquinas peligrosas. Las calles que alguna vez había recorrido sin pensar ahora eran territorios que debía evitar.

Salió al frío de la mañana y comenzó su caminata, asegurándose de no levantar la vista demasiado, manteniéndose alerta a los alrededores, pero sin llamar la atención. No quería parecer ansiosa, aunque lo estuviera. Sus pasos eran ligeros pero decididos, avanzaba sin pausa y sin mirar atrás, como si en cualquier momento pudiera aparecer una sombra que reconociera.

El sonido del tráfico, los cláxones, el bullicio de la gente, todo parecía más fuerte de lo habitual. Suspiró, intentando tranquilizarse mientras giraba en una esquina. Tomó un callejón pequeño, una vía que evitaba siempre por su oscuridad y estrechez, pero ahora se había convertido en su aliado más fiel. Nadie solía pasar por allí, y eso la hacía sentir momentáneamente segura.

Cada pocos metros, echaba un vistazo alrededor, asegurándose de que no había ninguna señal de Haël. "No pienses en él", se repetía, como un mantra que luchaba por arraigarse en su mente. Pero era difícil no hacerlo. La última vez que lo había visto, todo había terminado de manera abrupta, casi brutal. Y ahora estaba de vuelta, como si nunca se hubiera ido, como si pudiera aparecer en cualquier momento para arrasar con todo nuevamente.

Cuando por fin alcanzó el hospital, se permitió un respiro. El olor familiar a desinfectante y las paredes blancas le devolvieron un poco de calma. Estaba a salvo allí, o al menos eso quería creer. El hospital era su refugio, su fortaleza, un lugar donde Haël no tendría motivos para buscarla. O eso esperaba.

El murmullo de los pacientes y el personal le proporcionaba un telón de fondo que le era familiar. Caminó por el pasillo principal, fingiendo una tranquilidad que no sentía en absoluto. Saludó a un par de colegas con una sonrisa forzada y se dirigió rápidamente hacia el área de pediatría, donde trabajaba todos los días. Era su santuario dentro del caos.

—Katherine, ¡qué puntual! —La voz de Lucía, su mejor amiga y compañera de trabajo, la hizo detenerse justo antes de entrar a la sala.

Katherine giró hacia ella con una sonrisa, algo más genuina esta vez. Lucía siempre tenía esa capacidad de hacerla sentir mejor, aunque fuera solo por un momento.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora