Capítulo 29.

4 1 0
                                    

Katherine empujó la puerta de su casa, exhausta después de un largo turno en el hospital. El sonido de la cerradura resonó en el silencio del lugar, y una leve brisa la envolvió al entrar. Sin embargo, algo en la atmósfera la hizo sentir un escalofrío de inquietud. No había rastro de Haël.

—¿Haël? —llamó, su voz rompiendo el silencio. La única respuesta fue el eco de su propia voz.

El corazón le dio un vuelco. Aunque sabía que él podía estar en cualquier parte, un pequeño temor la invadió. Caminó rápidamente hacia el salón, su mirada recorriendo cada rincón. El sofá estaba vacío, y la luz de la lámpara parpadeaba suavemente. La ausencia de Haël la hizo sentir más nerviosa de lo que había anticipado.

Comenzó a buscarlo por la casa. Primero, revisó la cocina, abriendo los armarios y buscando en el pequeño comedor, pero solo encontró el silencio y la soledad. Cada paso que daba la acercaba más a la ansiedad.

—Quizás salió a dar una vuelta —murmuró para sí misma, aunque la idea no la convencía. La posibilidad de que algo le hubiera pasado hizo que la preocupación se intensificara.

Finalmente, subió las escaleras con la esperanza de encontrarlo en su habitación. Abrió la puerta y contuvo la respiración. La habitación estaba a oscuras, pero la luz del pasillo iluminó ligeramente el espacio.

Y allí estaba él. Haël yacía en su cama, semidesnudo, abrazado a su almohada, con el cabello desordenado y una expresión de tranquilidad en su rostro. Sus músculos marcados y la piel bronceada capturaron la luz, y Katherine no pudo evitar que una oleada de pensamientos imprudentes cruzara por su mente.

Una mezcla de alivio y deseo la envolvió. Se acercó lentamente, sin hacer ruido, queriendo admirar la imagen que tenía delante. Haël parecía tan vulnerable y, al mismo tiempo, tan poderoso en su descanso. El roce de sus labios con la almohada le hizo imaginar cómo se sentiría él entre sus brazos, cómo serían sus noches juntos si el peligro no los acechara.

Katherine se mordió el labio, sintiendo que su corazón latía con fuerza. ¿Qué estaba haciendo? Era un momento privado y, sin embargo, no podía apartar la mirada de él. Se sintió atraída por la idea de acercarse y acariciar su cabello, de despertar a ese hombre que la había desarmado desde el primer instante.

Pero el sentido de la realidad rápidamente la golpeó. No podían ser imprudentes; había cosas más importantes que atender, conversaciones que debían tener. Con un suspiro entrecortado, decidió que debía despertarlo.

—Haël... —susurró, tratando de mantener su voz suave para no asustarlo.

Él se movió ligeramente, murmurando en sueños, pero no abrió los ojos. Katherine sintió un impulso de reír, de sentirse feliz de que, al menos por un momento, él pudiera descansar sin preocupaciones.

—Vamos, despierta —insistió, acercándose un poco más y acariciando su brazo. La piel de Haël era cálida bajo su toque, y un escalofrío recorrió su cuerpo.

Finalmente, los ojos de Haël se entreabrieron, y sonrió al verla.

—Hola, enfermera personal —dijo con voz rasposa, aún medio dormido.

Katherine sintió que su corazón se aceleraba. Esa era la conversación que quería tener. Pero, antes de que pudiera responder, su mente se llenó de pensamientos complicados. ¿Era el momento adecuado? ¿Qué pasaría si se dejaban llevar por el momento?

—Te he estado buscando —respondió, intentando mantener la calma mientras su pulso seguía acelerándose.

—Lo siento—contestó él, incorporándose lentamente en la cama—No podía dormir, así que vine a tu habitación. Me gusta estar cerca de ti.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora