Capítulo 52.

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Haël se despertó con una sensación de inquietud, su cuerpo tensándose de inmediato. La cama a su lado estaba fría. Parpadeó un par de veces, tratando de despejar el sueño de sus ojos, y cuando se giró, lo golpeó la realidad. Katherine no estaba allí.

El vacío donde debería estar la figura de Katherine era como un golpe directo al pecho, y su mente comenzó a acelerarse. El silencio en la habitación, que momentos antes le había parecido tan tranquilo, ahora parecía sofocante. Todo en su interior se tensó al darse cuenta de lo que esto significaba. ¿Cómo había podido suceder?

Se levantó de la cama de un salto, con el corazón palpitándole en los oídos. Sus ojos recorrieron la habitación buscando algún rastro de ella, pero estaba vacía. Las ventanas estaban cerradas, las puertas aseguradas. No había señales de una fuga evidente, pero la ausencia de Katherine, ese espacio vacío en la cama, lo hacía sentir como si todo a su alrededor estuviera fuera de control.

-¡Katherine! -gritó, su voz resonando en la habitación como un trueno.

No hubo respuesta.

Las manos de Haël temblaban mientras se pasaba los dedos por el cabello, su mente luchando por procesar lo que estaba ocurriendo. Cada segundo que pasaba sin verla sentía cómo su cordura se desmoronaba. ¿Dónde estaba? ¿Cómo se había ido? ¿Quién se la había llevado?

Un rugido de furia escapó de su garganta mientras arrojaba una silla contra la pared, el sonido de la madera astillándose llenando el aire. Caminó de un lado a otro de la habitación, su respiración acelerándose mientras su visión se oscurecía por la rabia.

"¡¿Cómo pudo escapar?!" pensaba una y otra vez, su mente corriendo por escenarios imposibles. Cada posibilidad alimentaba su ira. Había atado cada cabo, cada salida, cada opción... pero de alguna manera, ella ya no estaba.

Los recuerdos de la noche anterior comenzaron a invadir su mente. Las palabras que había susurrado, el peso de su amor que parecía no tener límites ni fronteras. Pero ahora, con ella desaparecida, ese amor se sentía como una maldición. Le había dicho que haría cualquier cosa por tenerla, que destruiría el mundo entero por estar con ella. Y ahora, más que nunca, esas palabras resonaban en su mente como una promesa peligrosa.

Haël se detuvo frente al espejo, mirando su propio reflejo. Su rostro estaba deformado por la ira, los ojos inyectados en sangre. Sabía que no podía permitir que Katherine se alejara de él. Había llegado demasiado lejos, y si alguien intentaba apartarla de su lado, el precio que pagaría sería devastador.

-Voy a encontrarte-susurró, con la mandíbula apretada y una voz cargada de veneno-Y cuando lo haga, no habrá lugar en el que puedas esconderte.

Abrió la puerta de la habitación de golpe, decidido a encontrarla. La ira lo consumía, y el control que siempre había intentado mantener ahora se disolvía, dejando a la vista a un hombre dispuesto a destrozar todo a su paso por recuperar a la única persona que significaba algo en su vida.

Lo que Katherine no entendía-lo que nadie parecía entender-era que su amor no tenía límites. Ni reglas. Ni piedad.

Katherine estaba en el jardín, sentada en el suelo con las piernas cruzadas, una colilla de cigarrillo entre los dedos. El humo se desvanecía en el aire, mezclándose con la brisa suave que acariciaba su rostro. Cerró los ojos y dejó que el viento la envolviera, tratando de despejar su mente. Necesitaba ese momento de calma, un respiro de la tormenta que se había desatado en su vida.

Sin embargo, su tranquilidad fue interrumpida por un crujido en la grava del camino. Katherine abrió los ojos y vio la figura de Haël aparecer en el umbral del jardín. Su presencia era inconfundible, un aura intensa que hacía que el aire a su alrededor pareciera vibrar.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora