Capítulo 25.

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El sobre descansaba en la mano de Katherine como si quemara, su peso parecía mucho más denso de lo que cualquier carta o mensaje debería ser. Las paredes del salón, normalmente un refugio seguro, ahora parecían cercarse a su alrededor, mientras la tensión en el aire se volvía palpable.

Haël había quedado en silencio tras escuchar el nombre de Vincent, y en su rostro, aquella chispa juguetona de antes se había apagado. Aunque mantenía su postura relajada en el sofá, ella podía ver la forma en que sus ojos se oscurecían, escrutando el sobre como si pudiera ver a través de él.

—Dámelo —dijo finalmente, su voz baja, casi un gruñido.

Katherine lo dudó por un momento, una parte de ella queriendo abrirlo ella misma, pero la mirada de Haël la detuvo. Había algo en su expresión que sugería que no todo debía saberse a la ligera, que había secretos entre esos pliegos de papel que tal vez era mejor no conocer. Aun así, se acercó y se lo entregó, notando cómo sus dedos rozaban los suyos por un breve instante.

Haël rasgó el sobre con la misma precisión con la que manejaba una cuchilla, metódico, siempre en control, aunque Katherine sabía que debajo de esa fachada fría, latía la furia. Sacó una pequeña nota, y mientras sus ojos se deslizaban por las palabras escritas, su mandíbula se tensó.

—¿Qué dice? —preguntó Katherine, incapaz de contener la curiosidad, pero también el miedo.

Haël no respondió de inmediato. Sus ojos seguían clavados en el papel, como si las palabras estuvieran incrustándose en su mente, encendiendo algo oscuro y peligroso en su interior. Cuando finalmente habló, su voz era apenas un murmullo.

—Es una advertencia.

Katherine sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Con Vincent, una advertencia nunca era solo una advertencia. Y si Haël lo decía de esa manera, entonces el peligro que se avecinaba era mucho mayor de lo que ella imaginaba.

—Tenemos que movernos —continuó él, rompiendo la nota en pequeños pedazos antes de lanzarlos al suelo—Esto cambia las cosas.

—¿Moverse? —preguntó Katherine, tratando de mantener la calma—¿Qué es lo que cambia?

Haël la miró entonces, y por un instante, Katherine vio una fracción de vulnerabilidad en su mirada. Era un hombre acostumbrado a manejar las cosas solo, a no depender de nadie. Pero ahora, con la herida aún fresca en su costado y Vincent rondando como un cuervo al acecho, no podía permitirse ese lujo.

—Vincent no es de fiar, lo sabes —dijo Haël, levantándose con esfuerzo del sofá—Y si ha venido hasta aquí con una "advertencia", es porque alguien más lo ha mandado. Esto no es solo entre él y yo. Nos están buscando... y cuando lleguen, no será solo para hablar.

Haël abrió la puerta de golpe, su torso desnudo revelando las vendas que cubrían su herida, el sudor aún perlaba su piel, pero eso no le restaba presencia. Al otro lado, Kevin se quedó congelado, su mirada fija en el pecho de Haël antes de subir lentamente a su rostro. El silencio se alargó por lo que parecieron minutos, aunque solo fueran segundos. Kevin parpadeó, como si intentara comprender la escena que tenía delante.

—¿Qué demonios haces aquí? —gruñó Haël, su tono cargado de impaciencia y un rastro de furia contenida. Estaba claro que lo último que quería era otra interrupción, y mucho menos de Kevin.

Kevin seguía en blanco, su cerebro luchando por procesar el hecho de que Haël estaba allí, sin camiseta, en la casa de Katherine. La cercanía entre ellos, el ambiente tenso pero íntimo que percibía, todo gritaba que había algo más entre los dos. Un destello de celos lo atravesó. Había tenido una corazonada sobre lo que Katherine sentía por Haël, pero verlo con sus propios ojos era diferente. Y sin embargo, al mismo tiempo, sabía que ella solo quería a Haël. Se lo había demostrado en más de una ocasión, a pesar de sus propios intentos por acercarse a ella.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora