Capítulo 16.

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El humo de los cigarros flotaba denso en el aire, envolviendo la habitación en un manto de sombras mientras las luces bajas apenas iluminaban las caras tensas alrededor de la mesa. El ambiente estaba cargado de hostilidad, una calma tensa que podía romperse en cualquier momento. Los ojos de Haël recorrían a cada uno de los hombres frente a él, todos miembros de otra banda que, como la suya, controlaban una parte importante de la ciudad. La reunión de aquella noche no era una simple charla; estaban ahí para negociar una tregua y decidir cómo se repartirían las zonas.

Haël, vestido con un traje oscuro impecable, se mantenía en calma, sus dedos jugueteaban con el borde de su vaso de whisky, aunque apenas había tocado la bebida. Su mirada, fría y calculadora, no dejaba entrever ninguna emoción, aunque por dentro, cada fibra de su ser estaba alerta. Sabía que en el mundo que habitaban, las alianzas eran frágiles, y los enemigos, impredecibles.

—Entonces, Haël —dijo Bruno, el líder de la banda rival, rompiendo el silencio. Su voz era grave, ruda—La propuesta está sobre la mesa. Nos quedamos con el lado este de la ciudad y vosotros os quedáis con el oeste. Eso incluye el control del puerto, por supuesto. No queremos interferencias ni roces entre nuestras operaciones. Cada uno maneja su propio territorio.

El rostro de Bruno, un hombre corpulento con cicatrices en el rostro que contaban historias de innumerables batallas, permanecía serio. La suya era una oferta que claramente ponía a prueba a Haël y su banda. El puerto era crucial, no solo por las rutas comerciales, sino por el acceso a mercancías ilegales que fluían constantemente a través de sus aguas. Cederlo significaba perder una ventaja estratégica clave, pero Haël no había llegado tan lejos siendo imprudente.

Con un movimiento lento y deliberado, Haël apoyó su vaso en la mesa y levantó la vista hacia Bruno. Su sonrisa era pequeña, apenas perceptible, pero en su mirada había una chispa de peligro.

—No me malinterpretes, Bruno —comenzó Haël, su tono suave, pero afilado—pero pedirnos que cedamos el puerto es pedirnos que entreguemos el corazón de nuestras operaciones. Eso no va a suceder.

El silencio se hizo pesado de nuevo. Los hombres que acompañaban a Haël en la reunión, miembros de su propia banda, intercambiaron miradas rápidas, conscientes de que la situación podía volverse explosiva en cualquier momento. Bruno entrecerró los ojos, su mandíbula apretada. No era alguien acostumbrado a que lo desafiaran.

—Lo que estás diciendo —respondió Bruno, inclinándose ligeramente hacia adelante— es que no estás dispuesto a hacer concesiones. ¿Así es como quieres jugarlo?

Haël mantuvo la calma, ni siquiera parpadeó. Sabía que esta era una prueba de fuerza, una partida en la que debía demostrar que no iba a ceder ante la presión. El control del puerto no era negociable, y cualquier muestra de debilidad solo invitaría a más conflictos.

—Estoy dispuesto a hacer concesiones —replicó Haël, su tono bajo y medido—Pero las concesiones que beneficien a ambas partes. El puerto es nuestro. Si quieres seguir controlando el este, podemos llegar a un acuerdo, pero no a costa de entregar nuestro territorio más valioso.

Bruno lo observó, su rostro endurecido. Alrededor de la mesa, los demás hombres permanecían en silencio, esperando a ver quién haría el próximo movimiento. La tensión crecía, pero Haël sabía que en estas negociaciones, la paciencia y el control eran sus armas más poderosas.

—Podemos hablar de otros puntos —añadió Haël—Zonas periféricas, rutas de distribución. Hay mucho que negociar, pero insisto, el puerto no está en la lista.

Bruno soltó una carcajada seca, claramente molesto, pero resignado. Sabía que no sería fácil, pero también que Haël no era alguien con quien jugar. Después de un largo silencio, asintió.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora