Capítulo 10.

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"Crearía un perfume que no sólo fuera humano, sino sobrehumano. Un aroma de ángel, tan indescriptiblemente bueno y pletórico de vigor que quien lo oliera quedaría hechizado y no tendría más remedio que amar a la persona que lo llevara, o sea, amarle a él, Grenouille, con todo su corazón."
-Patrick Süskind.

Katherine se miró al espejo una vez más antes de salir. El abrigo gris claro le caía suavemente sobre los hombros, y debajo llevaba un suéter sencillo de color crema. Había recogido su cabello en una cola de caballo baja, sin dedicar demasiado tiempo a su apariencia, más allá de lo necesario para sentirse cómoda. Estaba cansada, el turno de la noche anterior en el hospital aún pesaba en sus músculos, pero al menos había dormido lo suficiente para estar despejada.

Kevin. El mensaje que había recibido de él todavía le parecía una sorpresa, una de esas casualidades de la vida que no esperas, pero tampoco rechazas. Durante la facultad, él había sido parte de su círculo cercano, aunque no uno de los más íntimos. Era alguien confiable, siempre dispuesto a ayudar, con un sentido del humor que hacía las largas noches de estudio un poco más soportables. Recordaba vagamente aquellas conversaciones en la cafetería de la universidad, entre cafés aguados y libros subrayados, pero había pasado tanto tiempo desde entonces que las memorias se sentían borrosas, lejanas.

Mientras cerraba la puerta de su apartamento y bajaba las escaleras, pensó en cómo no había vuelto a saber de él desde que terminaron la carrera. La vida había seguido su curso de manera implacable: prácticas, especialización, el ritmo frenético del hospital. Las amistades que alguna vez parecieron sólidas y permanentes se habían diluido con la distancia y el tiempo, dejando solo recuerdos vagos de lo que alguna vez fue. Ahora Kevin estaba de regreso, o al menos lo estaría en su vida por un breve momento.

El viento de la mañana era fresco, y ella se acomodó el abrigo al salir a la calle. Caminó a paso lento, disfrutando de la tranquilidad del pueblo a esa hora temprana. No había tráfico, apenas algunas personas paseando a sus perros o en camino a alguna diligencia, y el sonido de sus botas sobre el pavimento era casi lo único que acompañaba el silencio. Aunque vivía en una zona tranquila, apreciaba esos momentos en los que el mundo parecía estar en pausa.

A medida que avanzaba, Katherine intentó recordar más detalles de su amistad con Kevin. Había sido alguien con quien siempre podía contar en la universidad, alguien con quien se reía en los descansos entre clases y que nunca parecía estar demasiado preocupado por nada. Recordaba su risa contagiosa, su actitud relajada, pero más allá de eso, no había muchos otros recuerdos significativos. No habían sido cercanos en el sentido más profundo de la palabra; simplemente compartían tiempo y espacio, como ocurre con muchos compañeros de estudio.

La verdad era que no sentía una emoción abrumadora por el reencuentro. No había mariposas en su estómago, ni anticipación ansiosa, solo una ligera curiosidad, la emoción natural de volver a ver a alguien que alguna vez formó parte de su vida. Pero, aparte de eso, todo estaba en calma. Después de los últimos días, en los que las tensiones emocionales con Haël habían estado latentes en cada rincón de su mente, un reencuentro amistoso y sin expectativas sonaba como un descanso bienvenido.

Katherine llegó a la cafetería cinco minutos antes de la hora acordada. Era un lugar pequeño y acogedor, con grandes ventanales que permitían ver el interior desde la calle. Las mesas de madera, el suave aroma a café recién hecho y el sonido bajo de la música creaban un ambiente cálido que contrastaba con el frío de la mañana. Abrió la puerta y fue recibida por el suave tintineo de una campanilla, que anunció su llegada.

Eligió una mesa cerca de una de las ventanas y se sentó, mirando distraídamente hacia afuera mientras esperaba. No tenía ninguna expectativa sobre lo que esa reunión significaría para ella. Era solo un café con un amigo, un intercambio casual de historias sobre cómo la vida había cambiado desde la facultad. A veces, en medio del caos de su vida laboral y emocional, esos encuentros breves con el pasado podían ser reconfortantes, una pausa para recordar que no todo había sido siempre tan complicado.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora