El sonido del agua cayendo en la ducha llenaba el pequeño cuarto de baño, envolviendo a Katherine en una sensación de aislamiento. El vapor se alzaba en espirales lentas, empañando el espejo frente a ella, ocultando su reflejo, como si se negara a mostrarle la verdad de lo que había cambiado en las últimas semanas. La verdad que ni siquiera ella quería admitir.
Las cicatrices en su piel ya no le dolían, los golpes habían sanado, y las heridas visibles desaparecían lentamente, pero había algo que no se borraba. Algo que seguía ahí, arraigado en lo más profundo de su ser. Un vacío que se había instalado sin avisar, como una sombra que la seguía a cada paso.
Katherine cerró los ojos, inclinando la cabeza hacia el agua caliente que caía sobre su rostro. Las imágenes volvían, fugaces y difusas, pero imposibles de ignorar: las paredes sucias del lugar donde la habían retenido, los rostros de los hombres que la vigilaban, las voces de sus secuestradores susurrando amenazas y las manos que la golpeaban. Pero, a diferencia de lo que cualquier persona podría sentir, no había miedo en ella. No más. Solo un silencio frío. Un bloqueo absoluto.
Al principio, había creído que era parte del proceso, algo que con el tiempo pasaría. Pero cada día que pasaba, sentía esa oscuridad crecer un poco más. No era rabia, ni siquiera desesperación. Era como si algo dentro de ella hubiera muerto en aquellos días de encierro. Y lo peor era que nadie parecía notarlo.
Haël estaba más protector que nunca, siempre vigilante, siempre preocupado por su bienestar. Pero incluso él, con todo su instinto para detectar problemas, no parecía darse cuenta de lo que ocurría en su interior. Lucas, Lucía, Jake... todos seguían interactuando con ella como si todo fuera normal. Como si fuera la misma Katherine de siempre.
Pero no lo era.
Apagó el agua y salió de la ducha, envolviéndose en una toalla. Miró al espejo, ahora parcialmente limpio por el paso de su mano, pero no se reconoció del todo. Sus ojos, antes llenos de vida, de luz, parecían apagados. Las ojeras aún persistían, y sus labios estaban tensos, como si sonreír fuera algo que había olvidado cómo hacer. Se apartó del espejo rápidamente, como si no pudiera soportar la imagen que reflejaba.
Cuando salió del baño, la casa estaba en silencio. Haël había salido temprano, como de costumbre, lidiando con su propio caos, con las responsabilidades de su mundo. Katherine agradeció ese silencio. No tenía fuerzas para poner una fachada hoy.
Se vistió lentamente, con movimientos mecánicos, y caminó hacia la cocina. El café había sido su única compañía en los últimos días. Se sirvió una taza, dejando que el aroma fuerte la envolviera. Sentía el líquido caliente en sus manos, pero el calor no le llegaba a la piel. Estaba allí, físicamente presente, pero algo en su interior estaba lejos, como si una parte de ella se hubiera desconectado del mundo real.
Volvió a la habitación y se sentó en el borde de la cama, la taza entre las manos. Miró la ventana, observando cómo el sol comenzaba a asomarse, iluminando las calles vacías del club. La luz le resultaba incómoda, como si ya no perteneciera a ella, como si estuviera hecha para alguien que ya no era.
A lo lejos, escuchó el sonido de la puerta abriéndose. Haël había vuelto, probablemente después de otra larga noche lidiando con los asuntos de su banda. Katherine no se movió, no hizo el más mínimo intento por saludarlo. Permaneció allí, inmóvil, observando la luz del día mientras las sombras en su mente seguían creciendo.
Sabía que, eventualmente, tendría que enfrentarlo. Tendría que lidiar con lo que sentía, o con lo que ya no sentía. Pero no hoy. Hoy, simplemente, seguiría adelante, manteniendo la apariencia de que todo estaba bien, cuando en realidad, algo oscuro se había apoderado de ella.
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NIX.
Teen FictionKatherine siempre había sido el alma de la fiesta, una joven llena de sueños y risas. Pero cuando un extraño, Haël, comienza a seguirla en secreto, su vida da un giro inesperado. Aunque no se conocen, la intensidad de la obsesión de Haël por ella se...