Capítulo 39.

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La noche teñía el cielo de tonos grises y azules cuando la lancha tocó tierra en una cala oculta, lejos del bullicio y las miradas curiosas. El motor ronroneó antes de apagarse, dejando a Haël y Lucas en un silencio que solo el vaivén del mar se atrevía a romper. Habían escapado, al menos por ahora.

Haël saltó al suelo rocoso, sintiendo el peso del agotamiento caer sobre él como una losa. Su cuerpo aún vibraba por la adrenalina, pero su mente ya estaba en otra parte. Mientras Lucas aseguraba la lancha y comprobaba las provisiones, Haël caminó hacia una pequeña cueva que usaban como escondite, su mirada fija en el horizonte. El viento frío le golpeaba el rostro, pero su mente estaba en Katherine. Cada vez que se metía en situaciones así, el miedo a perderla, aunque fuera de forma indirecta, le cortaba la respiración.

-¿En qué piensas? -preguntó Lucas, su voz quebrando el silencio mientras se acercaba con paso tranquilo.

Haël no respondió de inmediato. En lugar de eso, sacó una cajetilla de cigarrillos del bolsillo de su chaqueta. Encendió uno, observando cómo el humo se mezclaba con la niebla matutina.

-En que estamos en un agujero del que será más difícil salir cada vez -dijo al fin, sus ojos aún fijos en la distancia.

Lucas lo observó por un momento, notando el cambio en su amigo. Las bromas, el humor que habían compartido minutos antes, se habían disipado, reemplazados por un peso que Haël llevaba consigo en silencio. Lucas suspiró, encendiendo su propio cigarrillo.

-Sabíamos desde el principio en lo que nos metíamos -respondió Lucas, con tono tranquilo pero firme.

Haël asintió, tragando el humo con fuerza antes de soltarlo lentamente. Katherine. Ella estaba siempre en su mente, como una luz en medio de la oscuridad, pero también como una cadena que lo ataba a un destino incierto.

-Es ella lo que me preocupa -confesó finalmente, dejando caer el cigarrillo al suelo y aplastándolo con la bota-No puedo dejar que esto la arrastre conmigo. Y cada vez que me hundo más en esta mierda, la arrastro también.

Lucas lo miró, su expresión grave. No había respuestas fáciles, lo sabían ambos. Pero había algo innegable: Katherine estaba involucrada, lo quisiera Haël o no. Y cuanto más tiempo pasaba, más profundo se hundía todo.

-Sabes que no la vas a poder proteger desde la distancia -dijo Lucas, su voz baja pero cargada de verdad-Katherine no es del tipo que se queda atrás esperando. Si algo va a pasar, va a querer estar en medio, contigo.

Haël cerró los ojos, dejando que esas palabras calaran hondo. Lucas tenía razón. Katherine no era de las que se quedaban esperando, y eso solo lo asustaba más. Porque cuanto más cerca estuviera de él, más peligro corría. Y él no estaba seguro de poder protegerla de todo lo que vendría.

-Sea como sea, no podemos quedarnos aquí -dijo Lucas, rompiendo el silencio otra vez-Tenemos que movernos. No falta mucho para que descubran este lugar.

Haël asintió, girando para mirar a su amigo. Sabía que Lucas tenía razón. Quedarse quietos no era una opción. El puerto, las balas, las sirenas... Todo era un recordatorio de que su mundo se desmoronaba rápidamente, y si no hacían algo pronto, los aplastaría.

-Vámonos -dijo Haël con decisión, mientras comenzaba a caminar hacia la lancha-Esto no ha terminado.

Pero en su mente, la promesa de lo que vendría ya pesaba como una sentencia ineludible.

El camino de regreso al club fue silencioso. El rugido de la lancha fue sustituido por el zumbido de los pensamientos en la mente de Haël, una maraña de imágenes, recuerdos, y el incesante palpitar del nombre de Katherine en su cabeza. Cuando llegaron a la orilla y comenzaron a caminar por los callejones oscuros de la ciudad, Haël no pudo evitar llevarse la mano al bolsillo para sentir su teléfono. Lo encendió solo por un instante, lo suficiente para que la pantalla iluminara su rostro.

NIX.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora