Había pasado una semana desde que Katherine comenzó a vivir en el club de Haël. El lugar, que al principio le parecía intimidante y lleno de sombras, había empezado a transformarse en algo más familiar. La rutina diaria, el ambiente bullicioso, e incluso las miradas curiosas de los subordinados de Haël ya no la hacían sentir tan ajena.
Desde el momento en que Haël la soltó, había mantenido su promesa de no intentar escapar. Aunque la libertad era relativa, había encontrado cierta paz en su nueva situación. Los hombres del club, a quienes al principio había percibido como rudos y peligrosos, se habían mostrado sorprendentemente acogedores. Sabían perfectamente quién era ella para Haël y la trataban con respeto, algunos incluso con una especie de calidez que no había esperado encontrar en un lugar como ese.
Algunos días, Katherine se pasaba horas en el salón principal, sentada en uno de los sofás mientras observaba cómo los miembros de la banda iban y venían, organizando sus actividades. Otros días, ayudaba en la cocina o simplemente conversaba con ellos, aprendiendo nombres, historias, y ganándose su confianza poco a poco. A pesar de las advertencias de Haël sobre lo peligrosos que podían ser sus hombres, Katherine había encontrado en ellos una camaradería sorprendente.
-Oye, diablilla-la llamó uno de los chicos, un hombre corpulento llamado Tomás que siempre parecía tener una sonrisa lista-¿Nos ayudas con esto? Nos falta alguien para el reparto.
Katherine levantó la mirada desde el libro que estaba leyendo, sentada en un rincón del salón.
-¿Qué reparto?
Tomás señaló una caja llena de botellas de alcohol.
-Nada ilegal, tranquila -se rió-Solo abastecimiento para el bar. Lo llevamos a uno de los lugares con los que trabajamos.
Ella sonrió, dejando el libro a un lado y poniéndose de pie.
-Claro, ¿por qué no? No tengo nada mejor que hacer.
Con el paso de los días, había empezado a sentir algo parecido a la normalidad, una extraña rutina dentro de lo caótico. Aunque la relación con Haël seguía siendo intensa y compleja, al menos en ese espacio con los otros hombres había encontrado una pequeña burbuja de estabilidad.
Algunos de los hombres la miraban con curiosidad, pero la mayoría la había aceptado con facilidad. No era la chica asustada que había llegado inicialmente, sino alguien que, de alguna manera, había comenzado a encontrar su lugar en el mundo de Haël.
-¿Cómo lo llevas? -preguntó Lucas un día, mientras la ayudaba a cargar una caja.
-Mejor de lo que esperaba -respondió Katherine, y se dio cuenta de que realmente lo decía en serio.
El club, con toda su oscuridad y peligro, estaba empezando a sentirse un poco más como un hogar.
Katherine y Lucas continuaban cargando cajas en silencio, aunque la mente de Katherine estaba llena de pensamientos que no podía ignorar. Después de un momento, decidió romper el silencio.
-Lucas... -comenzó, con la mirada fija en la caja que sostenía. Dudó un segundo antes de continuar-¿Puedo preguntarte algo?
Lucas levantó una ceja y la miró de reojo.
-Claro, Kath. Lo que sea.
Katherine dejó la caja en el suelo y se apoyó en la mesa más cercana, cruzando los brazos sobre el pecho mientras intentaba poner en palabras lo que había estado rondando en su cabeza durante días.
-Es sobre Haël.
Lucas se quedó en silencio, pero asintió, indicándole que continuara.
-Llevo aquí una semana -dijo Katherine, jugando nerviosamente con el dobladillo de su camisa-Y, bueno, sé que las cosas entre nosotros son complicadas. Muy complicadas. Pero me siento... insegura. Como si no entendiera realmente lo que está pensando.
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NIX.
Teen FictionKatherine siempre había sido el alma de la fiesta, una joven llena de sueños y risas. Pero cuando un extraño, Haël, comienza a seguirla en secreto, su vida da un giro inesperado. Aunque no se conocen, la intensidad de la obsesión de Haël por ella se...